Capítulo 6: El deseo

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Su voz era firme, y bueno —tanto como humano y vampiro—, su forma de hablar y de observar era de una forma constante, sombría y reservada sobre un tema en particular, en este caso: nosotros dos. Desde que conocí a mi esposo hace muchos años, él era de esa misma manera de pensar, con su frío tono de voz y profundos ojos esmeralda. ¡Dios, amaba sus ojos!

Avancé hasta él, con mis pies descalzos en el suelo del baño, frío de azulejos; todo mi cuerpo estaba quieto, mis músculos solo se movían por los nervios. ¡Era tan ridículo! Respiraba muy lentamente e inhalaba y exhalaba de la misma forma, porque todas mis inquietudes estaban en todo mi cuerpo. Por fin llegué hasta él, me dio pase hacia nuestra cama y me siguió. Me detuve frente a la cama, Zane estaba detrás de mí con su respiración por encima de mi pelo, caliente, respiraba rápidamente. Hasta sus latidos estaban muy controlados.

—Zane...

Inhalé profundamente y exhalé despacio, para quitarme los nervios

—Yo primero... ¿si Cleo? —me pidió con una voz de seda suave

No dije nada, esperé que él hablara primero de esto.

—Cleo, yo sé que creo que sabes lo quiero, también sé que, no...No se puede volver hacer, nunca en nuestra inmortalidad, pero solo quiero que lo entiendas; además se de los embarazos, pero te necesito sentir de nuevo como mi mujer, como mi esposa, que eres y sé que es muy egoísta de parte.... —

Pero interrumpió su estúpida explicación apresuradamente, cerrando sus labios con uno de mis besos; besos de pasión, que no podían ser despegado de sus labios jamás, toqué su piel de su rostro y con su pelo con mis manos frías, dure unos minutos con sus labios y los míos, unidos por el fuego eterno de nuestro amor. Solté su boca perfecta y nos quedamos con nuestras narices y frentes juntas, por un instante.

—Cleo, Cleo...—repetía con dulzura. — Cleopatra, mí Cleopatra yo...te amo, como no tienes una idea— me promulgó con delirio. Delirio de amor

—Lo sé, yo...también te quiero, pero no podemos...hacerlo de nuevo. Lo siento —le dije en un hilo voz

—Tal vez Cleo. Mmm. —murmuró e hizo una pausa. — ¿Crees que tu sueño sea sobre un nuevo o nuevos bebés en nuestras vidas, amor?—inquirió. — ¿Es posible?

Vacilé un momento antes de entonar palabra y a ponerme a pensar sus palabras.

— No lo sé— susurré.

Me aparté y lo miré con confusión, por lo que él me decía, no tenía sentido, no lo había. Que si ese sueño era una premonición de lo nos esperaba, agache la cabeza y avancé hacia el lado izquierdo de la cama, pensando que si era posible, como los sueños premonitorios y visiones que Rick que poseía, pero ¿era posible que ese sueño con las niñas llorando y llamando a su madre, a su madre y a quien anhelaban con tanto esmero, era a mí? ¿Ellas me llamaban a mí? Seguí pensando con mis dudas al respecto, ¿y de cuando me dolía el pecho al recordarlo, era porque me angustiaba mis propias bebés? estaba tan embrollada, que no tenía otra opción que tomar.

— ¿Cleo? — inquirió Zane

Dudé un momento. Sentía una presión en el pecho pero sabía, que era preocupación. ¡Dios! ¿Era posible? ¿Había soñado con mi embarazado antes de que se cumpliera? Era demasiado irreal, pero ¿posible? ¿Esos bebés son mis hijos o hijas por nacer? Me senté al borde y rompí en llanto, cubriéndome con las manos el rostro. Zane vino hacia mí, se sentó junto a mí, y puso su mano sobre mi hombro

—Cleo... ¿te encuentras bien? — preguntó en consuelo

— ¡No Zane! ¡No lo estoy! — gemí. — Lo siento...—murmuré con desasosiego

Aun sabiendo esto, no podía dejar que mi deseo de ser madre de nuevo, me tomara. Era inadmisible, no debía dejar que ese ambición tomara el control, tenía que guardar, no, sellar ese sentimiento en lo más profundo de mi ser, no quería, por ser mamá, dejar a mi familia, mi a padre y las niñas que vendrían a este mundo, al morir yo. Entonces Zane, agarró mi mano, y apretó con gentileza, soltó la otra de mi hombro y con ella secó mis lágrimas de desolación de mi rostro; empecé a sentir que el sufrimiento se iba de mi cuerpo, poco a poco se alejaba con mi dolor y lágrimas de angustia, al paso de algunos segundos

— ¿Zane? —pronuncié su nombre en un susurró tenue

— ¿Si, qué pasa? —me preguntó con atención

—Bésame, por favor— le rogué

— ¿Por qué quieres eso? — preguntó confundido, ante mi petición

—Solo bésame, imbécil— le pedí entre dientes casi como una orden

Yo sabía que lo que iba hacer, era una acción irremediable para mi juicio, entendiendo lo peligroso que sería para mí cuando Sofí se enteraría de lo que había hecho, me regañaba por ser débil, a tantos deseos apasionados. En ese caso, tanto mi esposo como yo, éramos culpables y tomaríamos el riesgo, por solo una noche; por una seríamos, solamente los dos. Me sorprendí a mí misma, por romper una regla vital para las Seivias y yo era de las que no quería descartar esa valiosa regla, porque odiaba desobedecer órdenes y las normas. Y suavemente me besó pero con brusquedad y fiereza. Apretó con arrebato la parte posterior de mis cabellos carmesí, presionando con violencia nuestros labios, uno del otro. Luego de un momento, nos separamos, jadeando por falta de aire. Y en un jadeo seco pronuncié:

—Zane, te...amo—

—Yo también a ti, mi Cleopatra —me susurró

En ese preciso momento, agarré otra vez su rostro con mis manos y lo bese nuevamente con mis labios suaves. Mi esposo y yo movimos nuestros labios, sincronizados al mismo tiempo, poco a poco sentía una electricidad y una sensación muy cálida en todo el cuerpo, era un beso dulce de amor verdadero, entre nosotros. Con unos cuantos besos apasionados de mi marido; fue suficiente para condenarnos a los dos...en el pecado. Me sentía muy feliz de ser amada, por el hombre que yo había escogido para toda mi eternidad para siempre.

>>> Sé que lo que estoy haciendo, será un gran error que me costara la vida, después de un largo tiempo <<<, pensé en ese momento, entre los brazos de mi eterno compañero

—Oh, Zane...—susurré contra sus labios y lo volvía a besarlo

—Eres tan hermosa, mi Cleopatra—susurró mientras pasaba sus manos por mi espalda. —Y te deseo así, mi reina egipcia —me acarició el cuello

—Ah, Zane... —musité. — ¡Oh, Dios!

Zane gruñó como un animal, contra mi cuello y luego me besó. Y ahí fue donde nos fundimos, en nuestros deseos carnales. No pude pensar en nada después del beso. Y entonces, sentí las suaves manos de mi esposo tocar mi piel mientras nos desnudaba piel desnuda, mientras que nos besábamos.

>>> ¡Maldita sea! Tendría que haber comprar preservativos...<<< pensé

—Hay que ser silenciosos —susurré cerca de sus labios. Él asintió con la cabeza—Los demás podrían...— intenté decir pero me dio otro beso y envolví los brazos alrededor de su cuello.

—Lo sé, mi Cleopatra— murmuró y gimió antes de seguir besándome. 

 

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Las Dos Caras de la Luna © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora