Capítulo 26: Despedida

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Para indicarnos la dirección de una de las rocas, levantó suavemente una de sus manos fuera del agua. Nos mostró el más grande y también explicó que había un compartimento más pequeño en la roca que ella misma había excavado para ocultar el objeto que quería que encontráramos. Como también era su última petición, no objetamos su orden. La pequeña caja de madera estaba envuelta en una bolsa de tela y era lo que tenía dentro cuando finalmente descubrimos lo que era nos sorprendió. Un arma.

—Sí. —susurró, lo suficientemente claro para oírla

—Una SIG Sauer P226, 9 milímetros— dijo mi hermano, aun con ese tono serio en su voz

—Está cargada con tres disparos. Tres balas 9 mm, en su interior. De oro puro...—nos comnetó Aurora. —Y entonces... ¿quién se atreve a hacerlo?— pidió ella saber, mientras levantaba su rostro y nos miraba fijamente a nuestros ojos

Intercambie miradas con mis hermanos, y veía en sus ojos que no sabían que hacer; los tres estamos congelados por la presión de hacer lo que ella nos pedía. Sofí era quien tenía en sus manos la caja con el arma y ni siquiera ella podía tomar el arma y dispararle a Aurora, ni tampoco Rick. Y entonces me di cuenta. Yo era la única que podía. Sofía me miró y me preguntó, quien iba hacerlo.

— ¡Yo no lo hare!—exclamó decidido Rick. —No voy hacer testigo de tu muerte tía abuela Aurora, aun...puedes arrepentirte de hacer esto. Por favor...—le pidió en suplica, mi hermano

Aurora estaba tranquila, mirándonos.

—Yo...tampoco...lo...voy hacer. —balbuceó y me miró. Ella sabía la respuesta.

De una u otra forma; yo debía hacerlo. Si la razón por la que mi madre nos había dejado su diario, era solo para encontrar Aurora y saber la verdad, también tenía que ser por algún otro motivo, y tal vez este podría ser; pero esta vez, estaba completamente segura de eso, de que yo debía...matar a Aurora. Debía saber que la decisión ya estaba tomada, y ahora debía hacerlo.

—Sofí, ¿podrías darme...la caja, por favor...?— le solicité

—No, hermanita— susurró Rick, en el mismo tono de quiebre en su voz

Fueron suficientes unos cuantos pasos de Sofía, para mostrarme. Frente a mi estaba el arma; bien pulida y brillante, sentí un golpeteo en el pecho. Si como el tiempo se fuese a detener, y sin prisa en mis manos, agarré torpemente la pistola. Mis manos templaban mientras la sostenía, en ese momento el miedo me invadió por completo. Decidí calmarme, respiré profundo y cerré mis ojos para visualizar lo que debía hacer.

— ¿Qué hace?— susurró Rick

—Se...está preparando— concluyó Sofí

Por un tiempo muy corto, me visualizaba a mí misma, apuntándole a Aurora...pero aun así, no podía tener la idea completamente clara. Físicamente estaba lista pero mentalmente, no; mi mente no podía asimilarlo por completo. Yacía con los ojos cerrados, asustada, embarazada de tres meses, con una pistola en mano, estaba a mitad del desierto de Arizona y para el colmo estaba a punto de asesinar a alguien.

—Sofí, Rick... ¿podrían irse de aquí, por favor?— les pedí. No deseaba que sus ojos mirasen lo que iba a hacer

— ¡Clovelina!—protestó Sofía.

—Es mejor para ustedes dos, Sofía— intervino Aurora. —No se preocupen, su hermana mayor...terminara rápido, ¿verdad, Clovelina?—dijo Aurora, fijándose en mí, mientras se reía sutilmente

—Váyanse...—les pedí

—Pero...Cleo...— balbuceó Sofí

— ¡Lárguense, de una buena vez!— bramé. —Por favor...ya váyanse— les dije en un hilo de voz

Las Dos Caras de la Luna © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora