Capítulo 9: Hambre voraz

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Me encantaba recordar aún más de esos días que todos éramos felices, mientras me pasaba el cepillo por mi cabellera húmeda, escuche pasos hacia la puerta y tocaron dos veces. Era Zane. Se había tardado un poco. Mi esposo me llamó y preguntó si había terminado.

—Ya casi, creo—repuse incómoda

Zane se fue a poner su ropa. Coloque el cepillo en donde lo tomé y salí. Zane se dejó los mismos pantalones, se puso unos zapatos marrones y parecía bien que se vistiera de esa forma para salir, nadie sabría si empezaría a nevar en estos días de tormentas y frías heladas en esta época. Seguí hasta el armario, abrí cada uno por uno los cajones con nuestra ropa, miré uno tras otro, todo lo que tenía guardado en los niveles de las repisas de arriba. Escogí una de mis blusas mangas largas color orquídea, con unas leggings negras, combinaban bien los dos con el negro. Los puse en la cama, mientras mi marido buscaba en el armario su camisa favorita.

—Cleo... ¿sabes dónde está mi abrigo negro con mangas largas de algodón, mi amor? — preguntó desesperado

—Sí y no, amor —repuse y le guiñé ojo

—Y entonces, si sabes dime, por favor —suplicó

—Primero, sí sé dónde está y segundo, no te la daré, porque estaba muy sucia y olía un poquito mal, Zane...

Me miró de modo suplicante, fui hasta él, toque mi rostro con sus manos tibias. Yo sabía que le gustaba mucho esa camisa, pero tuve que esconderme de él, para no deteriorarla aún más, estaba lavada y oculta de mi esposo, en uno de mis escondites. Me siguió viendo de esa manera, pero poco a poco cambió sus ojos, suspiró y me dio un beso. Él dijo que había ganado y aceptó ponerse otra cosa. Aunque me dio un beso, con un tono decepción en sus ojos. Me reí.

Lo miré de nuevo con mis ojos azules claros, le di otro beso en la frente y me volteé otra vez a la cama con la ropa, estirados encima de esta. Suspiré. Entonces, volví al armario en busca de mi lencería. Vanessa nos había comprado todas nuestras prendas de lencería de Victoria 's Secret, para renovar las que ya teníamos en nuestros armarios y las había escogido ella personalmente como regalos sorpresas para nosotras. Y cada juego de lencería estaba seleccionado meticulosamente por ella misma; de colores algunos muy llamativos y otros muchos más conservadores. Respiré y me quede ahí parada mientras pasaba mis manos por todo mi cuerpo. Me observé. Hombros anchos, espalda ancha, caderas angostas y piernas largas.

>>> Un cuerpo de triangulo invertido...<<< pensé e hice un mueca.

Mientras me ponía mi lencería, me sentía envidia a mis propias hijas por no ser parte de lo que su tía nos hacía, ellas podían usar lo que quisieran — aunque yo a veces debía de vigilar las—.Vanesa decía que eran muy pequeñas para esto, y además eran un poco altas, por parte de su padre y de su hermano igual. Empecé a ponerme las leggings y me puse la blusa, me fije en mis botas negras. Zane entro al baño para lavarse la rostro, aun no escogía una camisa para salir, él siempre adoraba esa negra, aproveche y busque una para ayudarlo, parte de sus camisas. Dure unos minutos en encontrar una camisa manga corta de algodón verde bosque oscuro, me parecía mejor, la saque y cerré todos los cajones que abrí.

>>> ¡Dios, nunca creí que entre los dos tuviésemos tanta ropa!<<<, pensé tontamente

La coloque en la cama doblada donde pudiera verla, al salir del baño, me quedé contemplando las ventanas para ver el clima, estaba igual que siempre pero no sabíamos que tal vez...cambiaría.

Zane y yo sabíamos que muy pronto mi cuerpo cambiaria para las niñas, y poco a poco se darían cuenta de mi nuevo y escondido embarazo, además estábamos en noviembre en las últimas semanas y después sería diciembre, y significaba Navidad, entonces Vanessa, Carly y Jennifer se volverían locas haciendo las compras de las fiestas navideñas, Sofí y Alex se pondrían a preparar todas las comidas del mes , solo ellos dos, Jesse, Carter y Troy estarían decorando toda la casa de pies a cabeza con las luces y alambres con foquitos pequeños de colores, Desirée y Madison se encargaría de las tarjetas y cartas navideñas, a todos nuestros conocidos, y mi esposo con nuestro hijo Zane tenían la responsabilidad de escoger dentro de todos los árboles del bosque el que estaría en nuestra sala este año, sería...una...locura

— ¿Te estás mirando, mi Cleopatra? —preguntó mi marido a mis espaldas

—Nada, amor— le dije nerviosa

Me volteé para ver lo, tenía el rostro mojado, le sonreí y le di un beso, me devolvió la sonrisa, suspiré, y no me dio otro beso. Él se fue a ponerse la camisa y a terminar de arreglar, en cambio yo, salí de allí, para la cocina y la sala. Baje y fui directo a la cocina, por alguna razón tenía mucha hambre, sabía que no era yo la que quería comer, eran las niñas que deseaban alimentos para su desarrollo. Seguí hasta el refrigerador, lo abrí y había un poco de pasta de ayer. Bla, bla, bla y otras cosas; suspiré y abrí la parte de los congelados, había varias carnes, helado y algunas cosas que no pude identificar, miré más para abajo en la parte menos fría, habían carne y pedazos de pollo picados.

>>> Vanessa debió haber picado el pollo que traje<<<, pensé

No estaba muy congelado, está un poco fresco, Vanessa colocó en un envase azul plástico con tapa, no dude dos veces y la agarré, cerré el refrigerador con mucha fuerza que me pareció casi por un momento sacarlo de sus bisagras metálicas, me fui a la mesa con el envase y un plato grande blanco de los estantes y unos cubiertos, tenedor y cuchillo metálicos resplandecientes de las gavetas de la cocina. Avancé a la mesa, arrastre una de las sillas, rechino mucho, no me importo; la ansiedad del hambre se incrementó, yo sabía que las bebés querían alimentos. Me senté con un escalofrío en la columna, coloqué el plato, los cubiertos aun lado, abrí el envase con ferocidad; puse su contenido bruscamente en el plato. Eran milanesas.

El olor de la carne me enloqueció. Moví la lengua en todos los sentidos en mi boca, mi esófago se sentía más suave e irritado a la vez por probar el sabor de esa carne fresca y fibrosa de las milanesas de pollo, mi garganta se agrandó y mis ojos se dilataron, lo sentía en mis músculos. Solté un gruñido profundo. Y entonces, comencé a cortar y tragar la carne, grandes y jugosos pedazos de pollo con el tenedor y cuchillo, engullía con locura los trozos, esos bocados me parecían exquisitos al ponérmelos en la boca y mi lengua con sus papilas se revolvían por el sabor de la carne fresca. Poco a poco comí con más urgencia las milanesas. Eran ocho. Ocho jugosas y frescas milanesas, que me las devoré, una tras otra en mi boca, una venia y mientras tenía esa en la garganta, tomaba la otra y me las atragantaba en mis fauces con mis dientes normales y pequeños perlados.

Cuando por fin terminé de comer las milanesas, y de recobrar el sentido, me di cuenta de que me lo había devorado todo. Miré detenidamente el plato, no quedó nada, solo su jugo, los cubiertos puestos encima de este y el envase completamente vacío, después observé mi ropa meticulosamente; me sorprendí al ver que estaba limpia y sin ningún sucio en ella. Poco a poco me sentí mejor, entonces entendí que las niñas necesitaban alimentos y me lo decían al cuerpo para ello, después de un rato escuche como mi esposo bajaba, con sus zapatos puestos, resonaban con los escalones de madera, me limpie las manos con una servilleta rápido para que no notara nada, quise poner el plato, el envase y los cubiertos en el lavaplatos, pero se estaba acercando más y más a prisa.

>>> Ay no, me va a descubrir, ¿qué hago ?<<<, pensé desesperada y nerviosa

Mientras al menos ordenaba algo para que se viera como si nada, escuche como los autos de los muchachos y mis hijos llegaban de la iglesia. En cambio Zane no escuche sus pasos, me pareció que no se dirigía a la cocina, o si no a la oficina, seguí ordenando un poco, para no causar sospechas de lo que había hecho.

Pero pronto empecé a oír sus voces entrando a la casa. Pero cuando intentaba ordenar oí la voz más suave y galante, que pude haber imaginado, que yo menos esperaba escuchar. Era Vanessa

— ¡Hola, Cleo! —exclamó detrás de mí. — ¿Qué haces? — preguntó curiosa. 

Las Dos Caras de la Luna © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora