Conocía el colegio secundario desde hacía algún tiempo, y como alumno del último año había algo que me intrigaba: los baños que estaban debajo de la primera planta, bajo tierra.
Todos sabíamos que las porteras, mujeres de limpieza, no bajaban a ese sector y solo limpiaban todos los pisos y baños de las otras plantas.
Cinco años atrás, los habían clausurado sin decirnos nada, y desde entonces los adultos hacían como que no existía ese lugar bajo tierra.
Mi grupo de amigos sentían tanta curiosidad como yo sobre lo que había pasado allí, así que decidimos ir a la planta baja y descubrir el misterio aquel día.
Las clases habían terminado, y los alumnos estaban yéndose del colegio para ir a sus hogares. Ese fue el momento que elegimos para poder escabullirnos entre todos ellos y llegar a la puerta que conducía a los baños bajo tierra.
Al tener todo dentro de nuestras mochilas, bajamos las escaleras hacia el primer piso, luego nos dirigimos hacia la izquierda y doblamos en la esquina. Avanzamos mientras algunos alumnos nos cruzaban y se iban con prisa. Llegamos a otra esquina, doblamos nuevamente y la vimos.
La puerta blanca que conducía a los baños estaba cerrada, como siempre.
—Eh, muchachos, tendríamos que volver. Saben que nuestros padres vendrán en algún momento, ¿no? —preguntó Gastón detrás de nosotros, se veía nervioso. Éramos cinco y él era el castaño más miedoso del grupo, pero aun así no quiso perderse aquello.
Michael, el más alto entre nosotros, sacó un par de clips del bolsillo de su pantalón azul, todos vestíamos uno por ser el uniforme escolar y llevábamos remera blanca. En menos de un minuto, Michael logró abrir la puerta.
Increíble. Su habilidad era algo que deseaba que me enseñara pronto.
Ya no había alumnos a la vista, abrimos la puerta y ante nosotros se extendió una escalera recta y ancha, la misma de años atrás, pero en ese momento se veía descuidada, había suciedad por todos lados, algo que antes no pasaba y un olor extraño ascendió hacia nosotros.
La poca luz que se filtraba, sabía que venía de las pequeñas ventanas que estaban ubicadas arriba, en el borde del suelo del exterior.
Bajamos las escaleras con rapidez, el último de nosotros cerró la puerta y aunque estábamos en aquel lugar prohibido y nuestras voces o ruidos no llegaran al primer piso, evitabamos hacerlo con las mochilas sobre nuestras espaldas.
—No seas gallina y camina. —dijo Luca al temeroso Gastón mientras bajaba las escaleras con rapidez, yendo más adelante. Podía darme cuenta que quería ser el primero en bajar aunque no era el más silencioso.
—Necesitamos guardar silencio. —dije mirando los alrededores y hacia atrás, mientras intentaba hacerlos callar a los dos y ver si alguien nos había visto o seguido.
Cada uno de nosotros sabíamos que si alguna portera, un profesor o el director nos descubrían allí abajo, podríamos ser suspendidos por romper las reglas.
Al llegar al final de las escaleras, Michael los miró a ambos antes de soltar un suspiro y hablar con una voz que se había vuelto rasposa después de tanto tiempo en silencio.
—Eso necesitamos, pero ellos no cierran la boca. —replicó al mismo tiempo que seguía caminando, siguiéndole el paso a Luca que siguió sin mirar atrás.
—Imbécil... —susurró Gastón mientras caminaba junto a mí.
—Cállense y continúen. —indicó Jules, apareciendo detrás de nosotros con una linterna del tamaño de su mano.
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Relatos de terror y suspenso ©
Horror¿Te atreves a leerlos? Cada uno de los relatos que encontrarás aquí será único y diferente al anterior. ----------------- Inicio: Marzo 2022 ----------------- #19 microrrelato - 25jul22 al 26jul22 #7 microhistorias - 26jul22 #1 antología - 30ago22 a...