Cuaderno de notas

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Comencé a toser con fuerza por el polvo que estaba levantándose debido a que me encontraba moviendo unas cajas en el ático.

Me había mudado recientemente y tenía que limpiar ese lugar, el cual estaba lleno de objetos que no me pertenecían, para después ser ocupado por cosas de mi pertenencia. 

Tendría bastante trabajo.

El polvo era demasiado, me ahogaba en él y complicaba mi ardua tarea.

Me habían dicho que la casa era muy vieja, que había estado ocupada años atrás y otros tantos desocupada, aunque se encontrara en muy buen estado.

De una de las cajas que moví, cayó un cuaderno con la tapa marcada por trazos fuertes, los cuales la habían roto en diferentes partes.

Dejé la caja a un lado y tomé entre mis manos el cuaderno, estaba sorprendida y aterrada por su aspecto, lo abrí y leí las páginas del interior, las cuales no eran muchas.

27 de mayo, 1986

Me he mudado aquí buscando un refugio para mi hijo, y con él vino su adorado perro.

Lo peor es que mi esposo nos encontró y se aparece todo el tiempo, buscando una reconciliación que no le daré.

Puedo valerme por mi misma, siempre lo he hecho. 

Mi gran error fue fijarme en un ebrio que no buscaba cambiar su situación y gastaba mi dinero en alcohol, haciendo que cada día lo odie más.

Aun así, me las ingeniaba para cuidar de mi hijo y trabajar en la limpieza de diferentes hogares.

Un día lo dejé, me escapé con todos los ahorros que mantenía escondidos de él y encontré esta casa. Sus dueños estaban desesperados por venderla, el precio que pedían por ella así lo indicaba.

No sabía el porqué y la compré sin pensarlo mucho.

29 de mayo, 1986

Anoche escuché sonidos extraños provenientes del pasillo frente a mi habitación.

Parecían ruidos de garras afiladas. 

Pero eso no fue lo más extraño que ocurrió en la noche.

El perro de mi hijo no dejó de ladrar hacia nuestra casa, como si supiera lo que estaba pasando fuera de mi habitación y quisiera ahuyentarlo.

Aun así, me hubiera gustado callar al perro con un grito furioso en medio de la madrugada sabiendo que despertaría a los vecinos, aquellos que me observaban con una expresión extraña cada vez que me veían saliendo de mi nuevo hogar con mi hijo.

La verdad es que no me importaba, solo importaba que en los últimos días no había vuelto a ver a mi esposo, y deseaba que eso continuara así.

31 de mayo, 1986

Anoche decidí dejar entreabierta la puerta de mi habitación y pude ver algo a través de ese espacio, algo que se movía lentamente y respiraba con dificultad, algo que parecía un animal atropellado, despellejado. 

Me hizo dar escalofríos, más aún cuando chocó sus garras en el suelo dándome a entender que eso era lo que provocaba aquellos rasguños en la madrugada.

Recuerdo perfectamente que el perro en el patio comenzó a llorar segundos después.

2 de junio, 1986

Intento estar tranquila, todos los días lo intento.

Llevo a mi hijo al colegio, y en cualquier parte puedo escuchar el suave sonido de sus garras contra el suelo.

Relatos de terror y suspenso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora