Domingo

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—En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo. Amén —dijeron todos al unísono en el interior de la iglesia mientras se hacían la señal de la cruz. A continuación, el padre con los brazos a los lados comunicó: —Pueden ir en paz.

Me mantuve en mi lugar mientras los demás se levantaban y se dirigían hacia la salida. 

Me arrodillé, junté las manos delante del pecho y observé la cruz de cristo, con la sangre corriendo por su frente.

Esperé a que todo el mundo saliera y me levanté haciéndome la señal de la cruz. Luego deslicé las manos por la falda suelta de mi vestido.

Salí sintiéndome liviana, caminando con lentitud hacia la salida. 

De repente, por ir distraída, mi cuerpo impactó accidentalmente contra una persona que estaba entrando.

Sus manos rodearon mis brazos y me mantuvo pegada a su pecho, los rosarios que habíamos estado llevando en las manos, cayeron al suelo y se enredaron en la cerámica.

—Disculpa... —susurré, alejándome de aquel cuerpo masculino, llena de vergüenza.

Me incliné y levanté ambos rosarios e intenté desenredarlos, pero no pude hacerlo de inmediato.

Él agarró mis manos entre las suyas para que lo mirara, no lo hice hasta que ambos rosarios se encontraban separados.

—No te preocupes —murmuró, levanté la mirada, atraída por su voz ronca. El dueño de la misma era un hombre guapo, alto, de cabello corto negro azabache y de sonrisa de labios finos. Su intensa mirada oscura estaba sobre mí. —Discúlpeme por lo que le voy a decir. Tal vez me vea como un hombre irrespetuoso, pero me gustaría saber su nombre.

No podía dejar de mirarlo, hipnotizada por el hombre que aún mantenía mis manos entre las suyas, muy cálidas, con los dos rosarios.

Me perdí en su mirada oscura, me resultaba tan profunda como un abismo sin fin, del cual no habría salida alguna.

No podía dejar de pensar en ello. 

Aceleró mi corazón dentro de mi pecho.

—Amara —escapó de mis labios, respondiendo con mi nombre sin pensar.

Continuaba aturdida por el hombre que me miraba directo a los ojos.

—Bonito nombre —dijo con una sonrisa que me derritió por dentro y logró que mi corazón se volviera más loco. —Soy Seth, gusto en conocerte.

Le sonreí. Tenía un nombre realmente atractivo.

No sabía qué responder, estaba embelesada, mis emociones iban a mil por segundo, confundiendo mis sentidos y dificultando mi respiración.

—Igualmente.

Fue lo único que pude decir, me alejé de él con las mejillas rojas y el corazón bombeando, acelerado dentro de mi pecho.

Le devolví su rosario y me fui de allí, casi sin poder respirar.

~~

El domingo de la semana siguiente, me encontraba nuevamente arrodillada frente a la cruz, esperando a que todos salieran.

En el momento en que me dirigí hacia la salida, me reencontré con el hombre atractivo que había visto la última vez.

Seth.

—Buenos días... —saludó tímidamente, con las manos ocultas en la espalda. Le dediqué una pequeña sonrisa. Un segundo después, llevó sus manos hacia adelante y colocó entre nosotros un pequeño ramo de rosas blancas. —Te traigo un ramo de rosas por el incidente de la semana pasada.

Relatos de terror y suspenso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora