El circo de los horrores

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Narrador omnisciente

El circo había llegado por primera vez al pueblo, los niños y adolescentes estaban emocionados por ir, pasar una noche llena de espectáculos, donde los sorprenderían con trucos y sorpresas.

El olor azucarado en el ambiente era tan intenso que hacía que el aire se volviera mucho más pesado, casi imposible de respirar tranquilamente, mareando a los estómagos más débiles y haciendo morir de deseo a los más pequeños, quienes querían palomitas o algodón de azúcar.

La carpa del circo se alzaba imponente en un predio en el medio del pueblo, con sus colores característicos, rojo y blanco en vertical, acompañada por luces que se movían en el cielo, arriba de las cabezas de los espectadores que entraban a ver el show.

El presentador vestía un traje rojo, zapatos formales de color negro, sombrero de copa oscuro, el cual se quitaba de la cabeza para saludar a los grupos de espectadores que ingresaban a la carpa al pasar por su lado, poseía un llamativo bastón adornado con una serpiente de ojos esmeralda.

Al ingresar, cada uno de los presentes buscó lugar en las gradas dentro del espacio y delante del escenario, algunos de ellos llevaban palomitas, algodón de azúcar o dulces que degustarían en el medio del show.

La carpa se fue llenando de espectadores, y desde la distancia, el presentador los miraba con una sonrisa astuta.

Kimber

Tiré de los bordes de mi camiseta oversize hacia abajo, cubriendo parte del pantalón cargo color verde, y miré mi reflejo en el espejo junto a la puerta de mi habitación.

Todo estaba en orden y mi cabello castaño corto pasando mis hombros, estaba peinado.

Agarré mi celular de arriba de la cama, a un lado, en el momento en que una notificación llegó, y vi que era un mensaje del grupo que teníamos con mis amigos.

Estaban preguntado cuánto me faltaba para llegar al circo, y yo todavía no había salido de mi casa.

Até los cordones de mis zapatillas y salí de mi habitación, bajé las escaleras guardando mi celular en el bolsillo del pantalón antes de saludar a mi madre con un beso en la mejilla al pasar por su lado, prometiéndole que volvería a casa inmediatamente después de que terminara la función.

Abrí la puerta de entrada y me encontré con la calle completamente desierta, iluminada vagamente por las luces de las farolas.

Lo que más iluminaba aquella noche tan oscura, eran las luces del circo.

Caminé por varias calles hasta llegar al predio donde se ubicaba la carpa.

Cuanto más cerca estaba, más podía escuchar la música y sentir el olor acaramelado en el aire.

No encontré a mis amigos en la entrada del predio, así que después de comprar el boleto, les mandé un mensaje, y me respondieron en segundos.

Ellos ya estaban dentro de la carpa.

Caminé hacia allí, con cada paso que daba, el murmullo y las risas de los niños eran más fuertes.

Cuando estuve a punto de entrar, escuché el tintineo de cadenas chocando contra el suelo e instintivamente llevé la mano a mi collar, descubriendo que ya no estaba en mi cuello.

Relatos de terror y suspenso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora