“Un copo de nieve, una hoja de otoño. Tus manos derriten el hielo. Mi aliento golpea tu rostro.
Y el café dulce me absorbe, desvaneciendo mi mundo, ese que se colorea... al decir tu nombre".
—Pierre, R.Parecía uno de esos días otoñales típicos de una escena de película de los ochenta. Con el café dominando el ambiente bajo un cielo grisáceo con muchas nubes.
El suelo estaba lleno de hojas secas, y cuando las pisaba con mis botas crujían brindándole esa satisfacción a mis oídos.
Estábamos dando un paseo, esa era la invitación perfecta para mí; caminar o quedarse en algún sitio y charlar sobre la vida, sin nadie que nos moleste, sin presiones, solo la tranquilidad de una buena compañía.
Adorné mi cabello con un gorro de color negro, y como había un poco de viento, mi cuello estaba rodeado por un pañuelo color mostaza.
Si, todo combinaba, incluso la chaqueta de Pierre era de un tono similar.
Estábamos atravesando una calle bastante particular. La carretera tenía una especie de techo formado por las ramas de los árboles, dejando sombra y una bonita vista hacia arriba.
—De pequeño me gustaba venir aquí —dijo él, mirando hacia el cielo—. En otoño se cuelan los rayos del sol y forman dibujos en el suelo.
Sonreí al imaginarlo, era una bonita imagen.
—Pero en invierno no queda nada.
—Que bueno que vinimos hoy entonces —dije, viéndolo con una sonrisa ligera.
Asintió y escondió las manos en los bolsillos de su abrigo.
—Cuéntame más sobre ti.
Esperé una respuesta, se lo tomó con calma. Me miró atentamente para luego bajar la mirada a sus pies.
Yo conocía sus gustos, anécdotas de su adolescencia, y cosas superficiales que dos personas charlan mientras se van conociendo. Pero no sabia nada realmente sobre su vida de pequeño, sobre su familia, sus miedos o inseguridades.
—Dime qué quieres saber —dijo.
Quería saber todo. Y era demasiado para ese momento. Aunque podría estar horas con él.
Me quedé en blanco, como si todas las preguntas que había estado guardándome se esfumaran. Pregunté lo primero que resurgió.
—¿Tu familia? ¿Solo son tú y Virginia?
—No. También está mi hermano.
Intenté no parecer sorprendida, pero la verdad es que no lo estaba tanto. Ya sospechaba eso, una vez descartado el problema con James, no había que hacer tantos cálculos para darse cuenta de que ese chico con el que Pierre tenía problemas era un padre o un hermano.
Pienso mucho en mi tiempo libre.
—¿Y es más grande que tú?
Asintió dos veces, aún con la mirada lejos de mí.
—Dos años mayor.
—¿Y tu padre?
Vi como apretaba los labios al oír esa pregunta, mis pasos eran más pesados y los de él ya se habían detenido. Lo miré cuando siguió caminando dejándome una mirada vaga.
No quería hablar de eso. Y yo lo comprendí de inmediato, así que desvié el tema hacia otro lado.
—Yo también tengo un hermano.
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La poesía más romántica
RomanceTodos buscan el amor, y ella lo encontró por mera casualidad. Sin saber sobre conquistas, terminó cautivándolo. Sin el corazón roto, quiso querer bien. Y él le dedicó cada poesía que tuvo en sus manos. El chico escritor, la chica casi, una lectora.