"Un atardecer contigo es como tener dos cielos. Dos tipos de arte, dos aventuras. Tú eres entre ambas, la más hermosa escultura".
—Pierre, R.Me aparté cuando Ivo se aproximó y le dio un abrazo al de ojos azules. Parecía estar viéndolos pero en realidad mi vista se había nublado, y todo por un pequeño detalle.
—¿Jean? —cité haciendo notar mi confusión.
La forma en la que Ivo había pronunciado las palabras era tan extraña de escuchar; arrastrando el tono y dándole un toque sofisticado, un acento francés que no se escapó de mis oídos.
Ambos me miraron y se dieron un vistazo de reproche, luego el menor arrugó su nariz, pero el mayor tomó la palabra.
—Sigues sin decirle a la gente tu nombre completo.
—Sabes que no me gusta —reprochó, molesto.
—Es lo que hay, Jean Pierre…
Oculté una sonrisa cuando el aludido puso sus ojos en blanco. Y luego se dirigió a mi para recriminarme.
—¿Estás riéndote? ¿En serio?
Ivo parecía encantado viendo a su hermano así. Se cruzó de brazos y me miró. Yo cubrí mi boca con la palma de mi mano y negué.
—No…
—¿No? Entonces, déjame verte.
Hizo un amago de tomar mi brazo pero me alejé, cuando se acercó más solté la carcajada que estaba reprimiendo. Él sonreía de todos modos, me señaló con el índice.
—Culpable.
—Bueno, es difícil de pronunciar, y a veces puede resultar divertido —intervino Ivo—. No la culpo.
—No es eso —aclaré—, me gusta tu nombre, Jean Pierre.
Acompañé mi mención con un gesto de manos, respirando profundamente, intentando verme coqueta. Él frunció el ceño y me fulminó con la mirada.
Ivo rió por lo bajo y tomó el hombro de su hermano.—Solo quería ver cómo estabas.
—Me has visto hace poco —aclaró más cortante—. Pero seguro no te acuerdas.
Dejé la broma a un lado y me abracé a mi misma por el cambio en el ambiente. Recordé esa noche, pero al parecer Ivo no, porque parecía perdido.
—¿Estaba…?
—Sí —lo interrumpió, apartando la mirada.
Él suspiró y volvió a guardar su mano en su bolsillo, observó al suelo.
—Lo siento…
—Yo también —dijo, viéndolo fijamente—. No debería haberme molestado, ya sabía lo que me iba a encontrar.
Acomodé mi cabello y mi abrigo, de repente estábamos a oscuras, el sol había descendido y no fuimos conscientes de ello, pero todo estaba apagado, y los rostros se volvían mas indescifrables.
El morocho con la chaqueta de cuero me miró de reojo, pude darme cuenta porque giró su cabeza hacia mi, luego levantó la vista para ver a su hermano que estaba formando dibujos con sus pies sobre las baldosas grises con algo de tierra.—Gracias, Jean. —Sonrió entristecido—. Te prometo que lo haré.
En mi garganta se formó un nudo, estaba siendo testigo de algo muy íntimo, de una escena llena de aflicción, y eso me afectaba.
Yo lo había juzgado muy rápido. Su imagen en mi mente era muy diferente, no era el típico chico arrogante y repudiable. Era un joven con su mirada vacía, una voz baja y una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Parecía extraviado, desamparado.
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La poesía más romántica
RomanceTodos buscan el amor, y ella lo encontró por mera casualidad. Sin saber sobre conquistas, terminó cautivándolo. Sin el corazón roto, quiso querer bien. Y él le dedicó cada poesía que tuvo en sus manos. El chico escritor, la chica casi, una lectora.