"Pulcra y suave, esa voz se mece con el aire. Susurra en los oídos, endulza el aroma. Y el oyente se estremece, amante de su melodía".
—Pierre, R.Estaba frente a la florería. Era un día soleado pero podría percibirse el otoño a través de la brisa seca.
Hacia unos minutos esperaba, Pierre me había dicho que pasaría por mi a las cinco, y desde mucho antes había estado pensando en ello. Mis ansias me jugaban una mala pasada.
Llevaba una de mis camisas favoritas, mi madre me la había obsequiado en mi cumpleaños, solo esperaba no ensuciarla. Era de un color verde agua. En los puños se adornaba con unos pequeños volados dejando mi muñeca libre, pero para darle mi toque especial, subí las mangas a la altura de mis codos.
Kissy me observó mientras elegía qué ponerme, creo que hasta ella se desesperó por mi indecisión ya que me dio la espalda acostada en la cama y se puso a dormir.
Solo esperaba que no se portara mal mientras no estaba como venganza.Me sobresalté cuando escuché el sonido de la bocina de un vehículo frente a mi. Era una camioneta roja, de dos puertas y una gran caja trasera. La ventanilla del conductor se deslizó y me permitió ver a la persona causante de mi pequeño susto.
—¿Eso era necesario? —pregunté mientras me acercaba.
—Sí.
No esperé a que dijera nada más, abrió desde el interior la puerta del copiloto y me subí. Cuando lo miré me sonrió un poco y le devolví el gesto, pero no le mantuve la mirada porque estaba algo nerviosa.
—¿Quieres escuchar música? Tenemos un buen rato para llegar —comentó mientras encendía el motor.
Comenzó a andar y para mi fortuna, conducía bien. Ni muy lento ni muy rápido, eso me tranquilizó. Agarraba el volante con despreocupación, como si ya estuviera acostumbrado.
—¿Tendría que temer por lo que hay en esa lista de reproducción? —pregunté con un tono divertido.
—Depende de cómo interpretes el temor.
Negué con mi cabeza. Le gustaba tener respuestas extrañas.
Una canción comenzó a sonar y no tardó en oírse la melodía característica del rock.
Ahora era mi turno de juzgar sus gustos musicales.
—Parece que está a punto de quedarse sin voz —dije, refiriéndome a la voz del cantante.
—Eso le da emoción.
—Temo por él, ¿fue al médico alguna vez?
—Oh, vamos. Estoy seguro de que te está gustando.
—No voy a afirmar nada.
Él sonrió y sin desviar su mirada de la ruta, cambió de canción. No dije nada. En realidad le estaba empezando a pillar el ritmo a la anterior, pero no estaba en mis planes decírselo solo para molestarlo.
Reconocí lo que estaba sonando, me gustaba esa canción. Comencé a mover mi cabeza para distraer a mi mente, no iba a bailar ahí o a gritar como lo hacia con Amanda.
No sabía si sería tomar mucha confianza o no. Pero lo descarté al instante cuando noté movimientos por el rabillo del ojo y lo observé. Pierre estaba golpeando el volante con su dedo índice siguiendo el tempo. Y, como frutilla del postre, comenzó a cantar en voz baja.
—So, put your loving hand out, baby…
Me quedé embobada viéndolo y lo notó. Se calló y sonrió mientras veía como sus mejillas se tornaban rosadas.
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La poesía más romántica
RomanceTodos buscan el amor, y ella lo encontró por mera casualidad. Sin saber sobre conquistas, terminó cautivándolo. Sin el corazón roto, quiso querer bien. Y él le dedicó cada poesía que tuvo en sus manos. El chico escritor, la chica casi, una lectora.