Capítulo 1 - Salvador

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El alba llegaba al pequeño pueblo casi deshabitado que se postraba en las colinas cerca de un bosque de apariencia onírica, en el cual preferían evitar por los animales a pesar de su belleza inigualable y ríos magníficos que te transportaban a otro mundo con solo estar allí; observar su naturaleza, el cantar de las aves y admirar diferentes animales era algo relajante, te hacía sentir paz, y nadie lo sabía tan bien como Fayna. La azabache adoraba ir al lugar, ya sea a leer, dibujar, escribir o incluso simplemente apreciar la flora del sitio; además de los grandes e imponentes animales que de vez en cuando veía a lo lejos, evitando las catástrofes de las que tanto le hablaban y temían los habitantes del pueblo.

Esa mañana era un día como esos, un día más en donde la de largos cabellos ónix iba a gastar su tiempo en ese precioso lugar, aunque nadie le replicaba, después de todo, haberse graduado de medicina no fue una tarea fácil, siete largos años son muchos, merecía unas vacaciones; de igual manera sabía que después de ese verano tendría que atender a los lugareños y los demás pueblos cercanos que no estaban a más de cincuenta kilómetros de ahí. La chica estaba contenta de poder hacer su vida en aquel lugar, mucha gente pensaría que el pueblo era algo tedioso y simple, pero la de piel pálida solo quería alejarse de esa misma gente; no es que odiara a sus amigos o familia, simplemente quería vivir algo único que nunca haya visto, algo que encendiera su alma.

"Busca lo que encienda tu alma" esa frase que su abuela le había mencionado reiteradas veces no la comprendía en lo absoluto a su corta edad, pero conforme fue creciendo supo a que se refería; siempre vivía el momento y se dejaba llevar con hobbies y variadas actividades, pero nunca había encontrado esa chispa, eso que cuando escuchas hablar o incluso si ponías a pensar en ello, te hiciera sonreír, o tal vez llorar de no haberlo conseguido, anhelarlo tanto, ese algo que cuando lo encontraras, estarías segura de que estabas en el camino correcto, que estás haciendo las cosas bien y sin remordimientos. Fayna supo que encontró eso cuando sus nulas pecas fueron iluminadas por el astro de la mañana, recordando a su fallecida abuela, sacándole una sonrisa nostálgica.

La gran estrella se postraba justo en la cabeza de la joven, indicando el medio día, haciéndola salir de su escondite de arboledas que guardaban diversos rincones y secretos

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La gran estrella se postraba justo en la cabeza de la joven, indicando el medio día, haciéndola salir de su escondite de arboledas que guardaban diversos rincones y secretos. Con la cabeza en las nubes desde sus pensamientos sobre su anciana favorita, decidió dar una vista por el sitio para recordarse una vez más de porque estaba ahí; la respuesta fue sencilla cuando llego a un acantilado demostrando el gigantesco y gélido océano atlántico a pesar del ligero calor del estío, mostrando unas cuantas nubes que reafirmaban la belleza del paisaje. Sin mucho más que hacer, se disponía a regresar a su nuevo hogar, teniendo que pasar nuevamente por el bosque que tanto amaba bastante rápido al tomar un atajo.

Sin embargo, al estar a las afueras del bosque escucho distintos susurros que al inicio ignoro pensando que era la propia naturaleza, estaba equivocada y lo supo cuando esos susurros fueron apenas inteligibles.

- Fayna... - Hablo una voz en un susurro apenas nítido que demostraba lo lejos que estaba ella de aquel habla. – Fayna... - Volvió a pronunciar el nombre de la joven.

Enamorada de lo peligroso (Eldarya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora