Sin un final

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—¿Por qué eres así?

Peter yacia en la suave y cómoda cama de Tony, quien lo acompañaba a su lado.

—¿A qué te refieres?

—¿Por qué provocas esto en mí?

Tony se sentía desubicado, en realidad no sabía de qué demonios estaba hablando el más joven. Y siendo sincero con él mismo, se había alejado de la realidad por un instante cuando miró con mucha más atención cada pieza de porcerlana que componía el hermoso rostro de Peter.
Era alienante, pero aún así no entendía que estaba pasando.

—¿De que hablas? — preguntó con una sonrisa confusa surcando sus labios.

Peter lo miró y seguía sin entender porqué ese sentimiento estaba allí, alojado en su pecho, tal sentimiento parecía haber sido colocado allí antes de dar el primer suspiro.
Cómo si fuese un interruptor que Tony había encendido. Era escalofriante e increíble.

—¿Por qué te amo tanto?

Tony rió, por supuesto que no podía ser algo malo.

Y Tony pensó que era irónico, incluso parecía irreal, pero en ocasiones, en esas noches de insomnio se preguntaba lo mismo.

Él era como la noche, y Peter como el amanecer, estaban tan lejos pero, al mismo tiempo muy cerca.
¿Qué era lo correcto?

—No bromeo.

—Lo sé.

—¿Entonces porqué te ries de mí?

—No me rio de tí, me rio de mí, porque yo también te amo.

—¿Lo dices en serio?

Peter lo sabía, era obvio, pero que Tony, ese hombre que al principio parecía tan lejano a la realidad estuviera con él y pronunciara, con aquella lengua que amaba saborear, era una emoción qué solamente Tony podía provocarle.

—Te amo y estoy feliz de haberte conocido.

La piel de Peter se estremeció.

Su voz y su sonrisa eran su perdición.
Porque estaba estúpidamente enamorado.

Tony lamió su labio y para Peter fue imposible no abalanzarse como un loco hacia él para besarlo, lo cual hicieron lentamente mientras tomaban sus cabellos y respiraban como sí el aire de la habitación escaseara. Cómo si en cualquier momento la vida fuese a acabar.
Cada momento parecía un final.

—Te juro que odio que todos digan lo mismo porque sé que suena a cliché, pero por favor creeme cuando te digo que te amo como a nadie y que jamás me había sentido así como me siento cuando estás conmigo y haces que me sienta totalmente completo.

Tony escuchó sin pestañear.

—Si, incluso, me dices que no existo, yo te creería y no sabes lo aterrador y liberador que es.

—¿Podemos ser la historia que no tiene un final? ¿Esa que queda congelada en el momento que más amo? Ese momento es justo ahora, mientras siento como tú pecho se infla cuando está lleno de aire y siento como tus dedos se resbalan por mi cabello y tus vellos de las piernas me hacen cosquillas.

—Claro que sí, seamos esa historia.

—¿Cómo conseguimos eso?

—Así...

Cortos Starker.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora