Estúpida historia de amor.

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Se miraba igual de bien como se miraba en un principio, cuando aquella loca relación había comenzado, por supuesto que estaba igual de hermoso.

Tony juraba haber sentido el olor del cabello en su pecho en más de alguna noche de soledad. Porque al dormir soñaba en aquellos momentos que cesaron demasiado pronto.

Aquel amor que se confesaron empezó a tener algunas complicaciones, promesas de amor rotas y ninguno de los dos fue capaz de solucionarlo, aunque seguían igual de enamorados y era estúpido porque se amaban pero el ego y el miedo influyeron demasiado en aquello.

Peter decidió que a pesar de que amara a aquel millonario narcisista él no iba a cambiar nunca y no podía hacer nada al respecto, no quería terminar como el hazme reír del espectáculo al casarse con Tony Stark. Fue entonces cuando decidió acabar con aquella relación y ambos se alejaron.

Era un jodida tortura verse en misiones y no poder decir nada más que palabras vacías, órdenes inconclusas y demás mierda.

Parecía que estaban bien aunque eso era mentira y lo más estúpido era que ambos lo creían.

Peter miraba como otra supermodelo entraba a la mansión del mayor y como su sonrisa perfecta adornaba alguna revista de empresarios famosos y se miraba fan feliz, tan seguro, como si no lo necesitase, como si jamás lo hubiese hecho. Él podría reprocharle a Tony, decirle que lo odiaba y quizá decirle que le arruinó la maldita vida... pero no podía hacerlo. No ahora.
Tony miraba como Peter no necesitaba de él, cuando otro delincuente altamente peligroso era atrapado por la telaraña del gran hombre araña, y es que Peter todo ese tiempo actuó que lo necesitaba porque Peter si era un superhéroe. Mientras que él solo era un estupido miedoso creyendo que salvaba al mundo.

Tony extrañaba a Peter y a sus conversaciones sin sentido.

Peter extrañaba a Tony y a sus caricias.

Ambos lo hacían, se extrañaban.

Ambos lo hacían, pero ninguno de los dos iba a ceder por miedo a arruinarse otra vez. Por miedo a derribar aquella felicidad que ambos creían que habían encontrado.

Nada como un buen cigarro, un vaso de whisky y un recuerdo amargo.

Aquellas tarjetas de navidad aún están bien conservadas por Tony, por si existe la escasa posibilidad de volver y demostrarle a Peter que en realidad le importa y que podría cambiar para evitar ser un maldito egoísta. Mientras que Peter extrañaba cada maldito defecto del mayor y dolía, porque no había nada que hacer al respecto. Ninguno de los dos parecía haberse querido en algún momento.

Tony tenía algo muy en claro: no importase cuantos años tuviese Peter, con quien se casase, cuantos hijos tuvises, ahí estará él esperándolo, y no importará cuales sean sus edades, ahí estará él para pedirle otra jodida oportunidad, claro si en algún momento lo ve tan mal, casi tan mal como estaba él

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Peter lloraba en un epitafio en soledad mientras el viento soplaba y es que el hombre quien siempre amó y esperó nunca llegó por miedo a destruir su vida. Ninguno hizo nada al respecto por miedo a lastimar al contrario y solo se hicieron daño aún sin estar juntos, lloraba porque era un cobarde al no seguir a su corazón, lloraba porque a pesar del tiempo aún amaba a aquel hombre, lloraba porque pensaba que nada de aquella felicidad que tuvo fue real. Y jamás iba a saberlo; nunca iba a entender que lo único que quería Tony era dejarlo ser feliz, aunque esa felicidad no lo implicara a él.

Él nunca se acercó por no arruinar su felicidad, cuando en realidad eso era lo que él esperaba también.







Vive, ama, llora, no temas a amar quizá eso es lo que él desee también.

Cortos Starker.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora