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Koko era un omega, pero eso nunca quitaría el hecho de que creía fielmente que el aroma de Inupi era el más exquisito sobre la faz de la tierra; tan delicado y cautivador, un aroma floral y puro. Cuando lo abrazaba y sumergía su nariz en su largo y suave cabello le daban ganas de quedarse ahí, de descansar imaginando estar en un frondoso prado en un lugar seguro, un lugar especial para ellos. A diferencia de su pareja, Hajime tenía un olor algo más fuerte y notorio: chocolate amargo, así que cuando ambos se acurrucaban, de cierta forma sus mentes creaban una imagen: un tranquilo jardín con una deliciosa taza de chocolate sobre el césped, transmitiéndoles total tranquilidad. A pesar de ambos ser omegas les gustaba pensar que encajaban perfectamente juntos y que tenían todo lo necesario para el otro. Lastimosamente había momentos en que esa fantasía se rompía.

—A la mierda esto... Pásame los supresores —habló Koko irritado, sentándose en la cama.

Apenas vio la expresión de dolor de Inui se arrepintió de la elección de sus palabras. Simplemente se sentía cansado, su cuerpo ya no podía más, estaba llegando muy cerca al punto del malestar, aún en ese estado su calor no había cesado por completo, algo dentro de él se mantenía exigiéndole algo que no podría darle, y ver a Seishu frustrado por no lograr saciarlo, lo hacía peor; sin embargo, sabía que el rubio estaba en las mismas condiciones que él. Había ciertos problemas en ser una pareja de omegas. Más allá de los problemas sociales y la estúpida creencia de que realmente no se amaban y que solo cada uno esperaba su alfa indicado, había un problema en la cama, más que todo durante su periodo de celo: sexualmente deseaban un alfa. Trataron de incluir juguetes, juegos de rol, posiciones, lo que fuese. A veces funcionaba momentáneamente, otras solo concluían así, exhaustos luego de una larga ronda de sexo, sin poder alcanzar la calma y teniendo que tomar sus supresores esperando al día siguiente y fingir que nada había pasado, incluso si las ojeras por dormir poco servían de evidencia, u otros síntomas secundarios de las pastillas como los mareos, la falta de apetito, y el dolor de cabeza.

A pesar de ser una pareja que se amaba y sexualmente activa, su celo no era un periodo de disfrute. Habían aprendido a vivir con eso desde hace años, así que a veces se preguntaban por qué si ya sabían cómo eran las cosas, no podían evitar sentirse mal cuando no funcionaba.

—Koko, cielo... amor...

—Dime, Inupi –contestó luego de tragarse las pastillas, dejando el vaso de agua en su mesita de noche, para luego abrazar a su pareja y acostarse ambos en la cama.

—Creo que, hay que intentar otra cosa...

—Estoy muy cansado en este momento –Hajime dejó caer su rostro sobre el pecho de Inupi, ocultándose ahí—. Tu celo seguro te llegará mañana también, así que...

—No me refiero a algo justo ahora, o sea sí, pero me refiero a hablar de algo. ¡Una propuesta! —Inupi se tropezaba con sus palabras, causando una risa en su pareja—. Podemos buscar un alfa para nuestros celos.

—¿Qué? Un gasto innecesario, y estamos bien...

—No me siento bien así —La completa seguridad de Hajime se derrumbó de inmediato, conectaron sus miradas y tomó una de las mejillas de Seishu en su mano, acariciándola suavemente con el pulgar—, y sé que tú tampoco. Estamos en una relación. No quiero que las cosas sean como antes de solo guardarnos todo. Si podemos conseguir una forma de mejorar en algún aspecto, yo quisiera intentarlo.

Ambos quedaron en silencio luego de eso. Koko observando a su pareja, con su corazón derritiéndose ante su malestar, dejándose inundar por el deseo de hacer todo lo posible para que ese triste gesto abandonara su cara, e Inui lo observaba a él, sin estar del todo seguro de si había hecho bien en hablar en ese momento, si había una mejor forma de expresarse. Después de todo, Koko siempre era hábil en las palabras, tratos, en todo, e Inupi... lo intentaba, aunque pudiera llegar a ser torpe. Por ejemplo, estuvo años obsesionado con la idea de que su novio estaba estancado con los recuerdos de Akane, y por estar tan cegado no notó los sentimientos detrás de las miradas y palabras que Koko le daba.

BAD SAD AND MADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora