Capítulo 21

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Los pasillos desde la iglesia hasta la parte trasera donde se encontraba la oficina del cardenal, estaban demasiado oscuros, y de por si la vista de Jimin no era muy buena, esta oscuridad apenas iluminada por la veladora en su mano, no ayudaba demasiado.

El piso debajo de él crujió, bajó la vista junto con la veladora y se dio cuenta de que el suelo que pisaba era de madera, pero se sentía demasiado liviano, presionó con su pie y la madera crujió nuevamente, sentía como se hundía un poco al ejercer dicha presión, supuso que debajo había algo, otro cuarto, una bodega tal vez. Decidió no darle demasiadas vueltas y continuó caminando hasta donde el cardenal le había indicado esta mañana. Pronto llegó a un cuarto más iluminado, y frente a él había una puerta blanca de madera, la cual tocó tres veces.

—Adelante —se escuchó decir desde adentro, y Jimin giró la perilla, abrió la puerta y entró.  Un hombre estaba de rodillas frente a una estatuilla de dios, orando.

—Lamento la irrupción —Jimin hizo una reverencia y el hombre se giró un poco para verle. No era el cardenal, era el obispo principal.

—No tengas cuidado, hijo. Ven, ora conmigo. El pequeño rubio sopló la vela y la dejó en una mesa cercana. Caminó hasta el obispo y se arrodilló a su lado. Inclinó la cabeza y juntó sus manos en oración. —Pronto cumplirás diecisiete —le dijo el obispo sin abrir los ojos, y dejando salir un suspiro ronco. —Los hermosos diecisiete. Harás tu primera limpia en el cuarto rojo. ¿Estás nervioso? —Jimin abrió los ojos y volteo a ver al obispo, este tenía una sonrisa extraña en el rostro, miró a las manos viejas que sostenían un collar largo con una cruz. Regresó su vista al frente antes de responder.

—Solo un poco. —respondió con simpleza.

—Si haz sido bueno, no tienes porque temer. —el sacerdote abrió sus ojos y miró a Jimin por un largo rato.

—Hijo, estás aquí finalmente. —Se escuchó detrás de él y no tuvo que girarse para saber que se trataba del cardenal, pero estaba por hacerlo cuando el cardenal se lo prohibió —No voltees. —Jimin se quedó en su sitio, pero no era necesario que mirara, frente a él había una copa de oro, los reflejos se veían opacos por el material de la copa y la luz del foco que se reflejaba en ella. Pero era suficiente para notar que el cardenal estaba completamente desnudo, sentado detrás. No podía ver del todo bien pero si se veía la forma obesa del cardenal, tragó saliva y bajó la mirada, pidió perdón a dios por mirar de más. —¿Qué noticias me tienes?

—El hermano Jungkook volvió a salir ayer, regresó a altas horas de la madrugada. 

—¿Lo hizo? –el cardenal soltó un jadeo ronco, Jimin no quiso levantar la mirada.

—¿A dónde irá siempre? Cree que no nos damos cuenta de sus escapadas— dijo el obispo. 

—Hijo —llamó a Jimin — ya puesdes mirar — Jimin alzó la vista a la copa, y pudo notar  que ya estaba vestido, así que volteó  a ver al cardenal — te haré un nuevo encargo, seguirás quedándote con nosotros un tiempo, así que te pediré que en la próxima salida del hermano Jungkook, lo sigas y de nuevo vengas aquí a contarme.

—Dios estará infinitamente agradecido contigo de que ayudes a un hermano desviado a reencontrar el camino divino.  —continuó el obispo tomando a Jimin por la cintura.

—Recuerda que son las encomiendas de nuestro señor. —Añadió el cardebal y Jimin asintió, poniéndose de pie. Sintió como la mano del obispo rozó desde su cintira hasta sus pantorrillas, no le tomó importancia e hizo una reverencia ambos.

—Lo haré, vendré con noticias pronto.

—Acercate —le pidió el cardenal y Jimin así lo hizo, fue hasta donde estaba el cardenal y el hombro colocó una de sus arrugadas manos en la mejilla regordeta de Jimin.

El infierno de Dante 3 Yoonkook (Revenge)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora