Mientras Llueva.

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—Putain de merde —profería Aimée entre susurros, exhalando el humo de su cigarrillo mientras observaba por la diminuta ventana frente a ella en la lúgubre cocina—, ¿hasta cuándo?

Eran las 3 de la tarde, pero la penumbra se cernía sobre el lugar, parecían las 7 de la noche naciente. La lluvia se desataba con ferocidad, transformando el día en una oscuridad ominosa. Aimée deambulaba en círculos por la pequeña sala, presenciando cómo las goteras se multiplicaban en el techo.

—Esta es nueva —comentó Antonio, tomando un recipiente plástico de la cocina para colocarlo donde la gotera impactaba en el suelo.

—El techo estaba bien hasta que empezó a llover —murmuraba ella, con su muy marcado acento francés, sin dejar de dar vueltas en la sala.

—Son goteras —se burló él—, no hay manera de saber que hay goteras hasta que llueve... Te vas a marear —aconsejó, mientras secaba el agua en el suelo con un trapo ajado.

—¿De dónde coño sale tanta agua? J'en ai marre de ça —se le escuchaba cada vez más irritada con la situación, tres días y el diluvio no cedía.

—De los dioses... y no me gusta cuando hablas así.

—Es que no entiendo quién diablos reza para que haya un diluvio.

—Los que estaban siendo afectados por la sequía... y ya deja de maldecir.

—El río tenía mucha agua.

—No todos pueden abastecerse del agua del río.

Antonio terminó de limpiar el suelo y se puso de pie.

—Aún no hemos hecho nada de comer, es tarde.

—Quiero pollo frito —demandó ella.

—Cuando empezó a llover, llevamos todos los pollos al granero de mi compadre Francisco.

—No sé qué raro que ese señor te hizo ese favor... es un amargado de mierda.

—Está diferente estos días, más amable. Al parecer estaba siendo abrumado por demonios de pesadillas, eso lo cambió... La cosa es que, el agua no ha cesado para ir por uno de los pollos.

—Lo sé, ¿crees que no puedo verlo o escucharlo? —señaló a la ventanita y luego al techo.

—Es que no entiendo por qué estás tan molesta, mujer, solo es lluvia.

—Tres días, tres días de lluvia sin cesar, me está volviendo loca.

Aimée no era muy hogareña; solía pasar las tardes con algunas vecinas jugando cartas o cualquier otra cosa mientras se tomaba una cerveza y escuchaba chismes que siempre animaban sus reuniones. Incluso en casa, se entretenía con la radio y sus programas de chismes y farándula, pero la falta de electricidad, debido a las lluvias, la tenía histérica. Además, las casas estaban apartadas y, con esa lluvia, no valía la pena salir.

Desde el primer día de lluvia, Antonio trató de llevar a casa todo lo necesario. Llevaban tres días alimentándose con enlatados, huevos, arroz con frijoles variados, sopas de fideos y vegetales, pero Aimée, sin la carne, "no podía vivir". 

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Cuentos: Tiempos de lluvia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora