Después de 20 minutos frente al espejo, Helen se percató de que llegaría tarde a su cita de trabajo con unos nuevos clientes. Nunca le había ocurrido algo así. Mientras esperaba a que la lluvia disminuyera, se esmeraba en arreglarse para salir. Antes, el proceso apenas duraba 10 minutos, pero ahora deseaba estar siempre impecable, "perfecta", y se tomaba su tiempo eligiendo la vestimenta adecuada, acomodando su cabello y perfeccionando el maquillaje. Aunque su trabajo era crucial, siendo su única fuente de sustento aparte de que amaba su trabajo, mantener una imagen atractiva y coqueta se había vuelto igualmente importante.
Estaba a punto de cumplir un mes desde que recibió la primera carta y flores en la puerta de su apartamento, de un misterioso admirador, quien continuaba sorprendiéndola día tras día. Antes de salir de casa, siempre encontraba una carta que le deseaba buenos días, armonía en el trabajo y una serie de encantadores anhelos para su día. Al regresar al atardecer, se topaba con otra carta, la parte más extraña, intrigante y fascinante para Helen. En ella, el anónimo admirador hacía un breve recuento del día: "Me encantó cómo llevabas tu cabellera hoy... Esa blusa azul hacía resaltar tus ojos... Me quedo perdido en la oscilación de tus caderas al caminar..." y así sucesivamente. Esto la hacía pensar en que posiblemente se tratara de alguien en el edificio. Pero luego pasaban cosas que la hacían pensar en algún compañero de trabajo, todo aquello se le hacía tan emocionante, que a veces prefería no saber de quién se trataba, sólo para mantener aquella sensación. Para Helen, todo esto resultaba romántico, incluso tierno.
A medida que pasaban los días, su fascinación crecía, y el admirador secreto intensificaba su vigilancia para plasmar cada detalle en sus cartas. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que Helen sintió emociones como esas, que empezaban a ascender por las paredes de su estómago, haciéndola perder el control de sus pensamientos.
Hacía años que no experimentaba una relación amorosa, ya que se había entregado por completo al trabajo, perdiendo incluso conexión con sus amigos. Su vida transcurría de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, en busca de nuevos negocios. No le importaba dejar atrás a quienes encontraba en su camino, ya que eran pocos y sin importancia alguna. Sin despedirse ni explicar el motivo, simplemente empacaba un día y se marchaba.
En todo el camino, se hacía las mismas preguntas una y otra vez y así mantenía su mente invadida una gran parte del día. ¿Cómo será él? ¿Cuántas veces piensa en ella? ¿Quién será realmente? Se sumerge en la especulación, calculando las posibilidades entre los hombres que encuentra a su alrededor. «¿Será aquel del paraguas azul? Lleva rato mirándome. O tal vez el caballero que me cedió su asiento, no está nada mal. ¿Será el cajero exageradamente amable del supermercado?».
Su mente se desconecta de todo lo demás. No es que esto sea lo más importante en su vida, pero la emoción que siente es inusual y después de haber pasado por tanto en su vida, veía aquello como un regalo de la vida bastante merecido.
Al llegar a casa alrededor de las 6:30 p.m., un hermoso arreglo de rosas rojas en la puerta de su apartamento, la recibe llenándola de una dulce emoción, nota la carta que estaba junto al arreglo, así que toma las rosas y el sobre, y entra a casa, sonriente y se acomoda y empieza a leer la carta.
"En primer lugar, felicidades por tu éxito —esto le causó risa y la llenó de orgullo, ya que se refería al trato que logró cerrar con los clientes en la reunión de ese día—, eres la mejor. La verdad es que cada vez me impresiona más lo bella e inteligente que eres. Siento celos de cada persona que estrecha tu mano, de quien tiene tus buenos días, buenas tardes, de quien al menos puede escucharte de cerca. Juro que me están matando las ganas de estar a tu lado."
Las palabras dejan una sonrisa en su rostro, como siempre. Va a la cocina, toma una copa y destapa una botella de vino que compró. Tiene ganas de celebrar, de brindar por ella y por su éxito.
Después de un relajante baño y al recostarse en la cama, escucha el teléfono sonar.
—Sí, buenas noches —contesta. Era el señor Ernesto, el supervisor de área, encargado de los clientes de la zona.
—Te hablo porque tengo algunas ideas sobre el evento de los clientes de hoy.
—¿Y qué tiene pensado? —inquirió ella.
—Unos cambios en el protocolo para facilitarles también el lugar del evento —sugiere Ernesto.
—Eso será más costoso —comenta Helen mientras camina hacia la sala, dando su punto de vista. De repente, sus palabras se paralizan al ver un sobre en la mesa, muy parecido a los que ha recibido antes.
—Sabe qué, me parece buena idea —dice, sin quitar la vista del extraño sobre—. Le llamaré más tarde para que me explique mejor —colgó y sintió cómo los latidos de su corazón aceleraban su ritmo. «¿Cómo llegó eso aquí?», fue lo primero que pensó. Tomó el sobre despacio; era la primera vez que experimentaba algo diferente al recibir una de esas cartas. Se parecía mucho a... ¿miedo?
Miró por todas partes, un pensamiento la hizo correr a cerrar todas las ventanas, asegurar las puertas y apagar las luces. Se sentó en un rincón, llevó el dedo índice a la boca y mordisqueaba su uña mientras observaba el sobre en la otra mano. Respiró profundo, negándose a sucumbir al abrazo del pánico. Rápidamente, sin que nadie se lo pidiera, empezó a cambiar de pensamientos y a generar posibilidades de cómo el sobre pudo llegar a esa mesa sin que nadie más lo hubiera colocado allí. «La ventana estaba abierta, quizás lo lanzó y casualmente cayó encima de la mesa, así como pudo haber caído en otro lado» Pensó como para aliviar su angustia. «¿Pero hasta un tercer piso? ¿Cómo lo haría?» Le dijo otra voz en su cabeza tratando de contradecirla. De súbito, abrió el sobre, pensando que podría encontrar la respuesta allí, así que se acomodó para leer.
"Mi bella dama, ya no encuentro un rincón de mi mente donde no estés tú. Ansío con desesperanza tenerte de cerca, y no solo imaginar tu aroma, sino también poder acariciar tu suave piel y expresar en persona lo que en letras se hace complicado".
Se le escapó una sonrisa y los nervios se calmaron un poco. Era imposible no caer atrapada en semejantes declaraciones plasmadas con tan sutil ternura. Estaba tan ensimismada que ni siquiera se percató de lo que significaba lo que leía, por lo cual retrocedió un poco y leyó de nuevo y aquel sentimiento que vino como un alivio en su pecho no duró más de un segundo. "Anoche, mientras dormías, me contuve las ganas de abrazarte, acurrucarte en mis brazos hasta el amanecer y acariciar despacio el espacio que tu pijama de algodón azul dejaba sin cubrir".
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Cuentos: Tiempos de lluvia.
Historia Corta📚Colección: 🌧Tiempos de lluvia⛈ 🔞 No son cuentos para niños. 🗓Publicado en Febrero 2018. Esta es una recopilación de cuentos de autoría propia, seleccionados en base a su escenario y contenido para formar parte de esta colección. ⚠️Contenido par...