· V e i n t i n u e v e ·

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JAX :)

Los dedos de Olivia me hicieron cosquillas en la palma de la mano que tomaba mientras conducía a través de las carretera del norte de España

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Los dedos de Olivia me hicieron cosquillas en la palma de la mano que tomaba mientras conducía a través de las carretera del norte de España. Habíamos pasado la frontera con Francia hacía bastante. Ella estaba nerviosa por si le pedían el pasaporte y ocurría cualquier problema, pero al igual que en la de Francia e Italia, nadie nos paró ni preguntó nada.

Me equivoqué de carretera un par de veces y acabé pagando varios peajes innecesarios. Teníamos un largo camino hasta la ciudad donde vivía la familia de mi madre, y un supuesto tío abuelo nos esperaba para conocernos a la noche.

Olivia se estiró mientras sus ojos bailaban por la ventanilla, observando el paisaje verde que rodeaba la carretera.

—¿Estás cansada? —Pregunté.

Me miró por unos segundos, sonrió con dulzura y sacudió la cabeza. Apreté su mano y la llevé hasta mis labios para dejar un suave beso.

El karma nos odiaba. O me odiaba. Tenía que ser un castigo divino por el tiempo que tardé en atreverme a dar el paso, porque era una jodida mierda que tuviese que ahora tuviese que irse a la universidad. A miles de metros de distancia. Y en dos días.

En realidad, en menos de cuarenta y ocho horas tendría que decirle adiós.

En menos de cuarenta y ocho horas no podría sujetar más su mano.

En menos de cuarenta y ocho horas dejaría de besar sus labios.

En menos de cuarenta y ocho horas, pasaríamos de vernos todo el tiempo... a no estar juntos.

En menos de cuarenta y ocho horas...

De pronto perdí el control del vehículo. Olivia soltó mi mano y se sentó erguida en el asiento, mientras yo tomaba el volante con las dos manos con fuerza y pisaba el freno. Se escuchó el chirriar de los neumáticos sobre el asfalto y algún que otro pitido de los coches que venían detrás.

Milagrosamente conseguí guiar la furgoneta hacia el arcén de la carretera y frenar la velocidad, pero el corazón me latía a mil por hora porque durante unos segundos pensé que volcaríamos, a juzgar por cómo nos movíamos. Me volví en seguida hacia Olivia.

—¿Estás bien? —Preguntamos a la vez.

Ella asintió y me sentí un poco mejor. Desabroché el cinturón, dejé las luces de emergencia fuera y busqué el chaleco reflectante que guardaba bajo el asiento. Me lo puse e indiqué a Olivia que esperara dentro. Los coches que pasaban a nuestro lado iban a toda velocidad y salir podría ser peligroso. Además, tenía una leve sospecha de lo que había pasado.

Lo confirmé en cuanto miré la rueda delantera derecha. Estaba totalmente deshinchada.

—¿Y no tenemos rueda de repuesto? —Preguntó Olivia cuando la informé.

Una Perfecta Despedida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora