· T r e i n t a ·

51.1K 4K 1.7K
                                    


—Leí en internet que las patatas bravas de este restaurante eran las

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Leí en internet que las patatas bravas de este restaurante eran las...

La voz de Jax se fue apagando y parpadeó delante de la pantalla de su teléfono encendido. Nos habíamos sentado en una terraza a comer después de que él encontrara el lugar que andábamos buscando en Madrid. Tras salir casi volando de Santander, llegamos cinco horas y media después, contando la parada a comer. Sin embargo el GPS se confundió y acabamos rodeando totalmente la ciudad por fuera, mientras volvía a centrarse y conseguíamos llegar al hotel donde nos quedaríamos, a las afueras. Desde allí tomamos un autobús y metro al centro.

Y terminamos en aquel bar, con ambiente agradable y bastante lleno, en el que Jax repentinamente parecía haber hecho cortocircuito.

—¿Va todo bien? —Me atreví a preguntar tras unos dudosos segundos en los que sus ojos continuaban mirando la pantalla.

Silencio.

—¿Jax?

—¿Eh?

Finalmente me miró por unos segundos, pero volvió a observar la pantalla en seguida. ¿Qué narices...?

Estaba a punto de quitarle el teléfono de las manos cuando un camarero se acercó a nosotros y nos habló en español. Eso medio obligó a Jax a contestar. Bloqueó el teléfono y habló con él para pedir la comida, aunque el chico en seguida pareció notar que no éramos de allí y me preguntó en inglés qué quería tomar yo.

Cuando pedimos y se fue, volví a insistir.

—¿Ha pasado algo?

Mis ojos fueron al teléfono y él los siguió, pero sacudió la cabeza con una sonrisa.

—Nada importante. Así que dime, ¿qué te gustaría hacer estos dos últimos días de viaje?

No se me pasó desapercibido el cambio de conversación, pero decidí ignorar la forma en que se me retorció el estómago. Si no quería contarme algo, no podía obligarle.

—Pues... —fingí pensarlo unos momentos, ya que la idea de encadenarme a la caravana no parecía demasiado factible—. Pasear por la ciudad, que me cocines una rica cena y...

Apreté los labios sin acabar la frase y le miré, sonriendo.

—¿Y? —Apremió Jax.

Pero se inclinó hacia el frente con una pequeña y repentina sonrisa.

—¿Ir al cine? —Propuse.

Solo habíamos ido una vez en nuestra vida, y era algo que me parecía tan de pareja, que ahora que formalmente lo éramos, quería hacerlo. Aunque no entendiera una mierda de lo que hablasen porque estaba en otro idioma.

—¿Y no prefieres que te ate a la cama y te haga el amor toda la noche y todo el día? —Preguntó en español.

No entendí nada, pero por el rabillo observé que dos señoras mayores se giraban y nos observaban. Una de ellas con la boca abierta de espanto y usando una mano para tapársela.

Una Perfecta Despedida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora