· D i e c i o c h o ·

49.1K 4.4K 1.2K
                                    

Leed con *tose* precaución

Esta vez estaba bastante segura de que no se trataba de un sueño

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Esta vez estaba bastante segura de que no se trataba de un sueño. De que Jax me estaba besando y todo era muy real. Sus labios presionando los míos, el calor de su cuerpo y la pasión con la que parecía aferrarse a mí.

Todo había sucedido demasiado rápido. En un segundo estábamos peleando, y al siguiente devorando nuestras bocas como si no hubiésemos comido en años. De hecho, ni siquiera sé en qué momento comencé a responderle el beso, pero ya no podía parar.

La sensación de ahogarme en su sabor, de ser absorbida por su cercanía... Cada célula de mi cuerpo gritaba de alegría. Pedía más. La sangre que segundos antes hervía con enfado dentro de mis venas ahora estaba convirtiéndose en puro fuego.

Sus dedos abandonaron mi mano, y se desplazaron hasta debajo de mi cadera, casi colándose en los bolsillos traseros de mi pantalón tirando de mí más cerca de él. Jadeé en su boca cuando mordió mi labio inferior, y luego se alejó, deslizando la lengua por mi piel hasta mi cuello mientras sus manos no dejaban de apretarnos.

—Jax... —susurré su nombre.

Justo como aquella misma mañana, pero esta vez real.

Ni siquiera podía pensar coherentemente. Era incapaz de hilar palabras, de poner en orden mis pensamientos... o de parar aquello que estaba sucediendo. Ninguno de los dos podía.

Colé las manos alrededor de su cuello, una en su mejilla, y moví de nuevo sus labios sobre los míos. Necesitando más.

Ansiando más.

Entendiendo lo que quería, los dedos de Jax se colaron por debajo de mi camiseta, y dejé que me la quitara. Cuando la tela pasó por mi cabeza nuestros ojos se encontraron. Mi pecho se movía bruscamente y su respiración estaba igual de acelerada que la mía.

Mantuvimos la mirada, y entonces yo misma moví las manos al dobladillo de su camisa y tiré de ella hacia arriba.

No puso ningún impedimento.

Volvió a besarme, con agresividad, con ganas, al igual que yo a él. Cada segundo que pasaba parecía llevarnos más lejos y mi cuerpo respondía ansiando más de él.

Desató el cinturón de mis pantalones, y se deshizo de los suyos a los pocos segundos de quitar los míos.

Sus dedos me acariciaron por encima del ombligo, por debajo, y se adentraron en mi ropa interior. Jadeé cuando me tocó, ya húmeda, y sentí la presión de su entrepierna golpear mi estómago.

Como si aquellos días juntos pero a la vez separados hubiesen calentado más la llama, en lugar de enfriarla. Como si él estuviese tan necesitado de mi presencia como yo de la suya.

Estábamos a punto de romper la regla más importante de nuestro viaje... y no me importaba.

Porque lo quería.

Una Perfecta Despedida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora