· Última parte de "Una Perfecta Equivocación" ·
· Contiene escenas +18 ·
Todo empezó cuando Olivia manda por error un mensaje al chat grupal donde está toda su clase, diciendo con qué chico se casaría, a quien besaría y a quién mataría.
Éste último...
Narra Jax. A partir de ahora veréis quién narra en la foto del título ♥
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—¡Jax!
—Oh, mierda. Joder. Lo siento.
Cerré la puerta del baño de la autocaravana tan rápido como pude, o como mis reflejos en un leve estado de shock me lo permitieron.
Aunque una pequeña pared de plástico nos separaba, prácticamente podía ver la cara de Olivia al otro lado, mucho más roja de lo que solía ser, maldiciendo el momento en el que había decidido hacer el viaje en autocaravana conmigo.
Porque muchas cosas podían ocurrir cuando viajabas con la chica que te gusta.
Por ejemplo, pasar largo tiempo juntos en la carretera.
O pelear por cosas tontas para luego hacer un broma y reír hasta que doliese el estómago.
O enamorarte un poquito más de ella a cada segundo que pasaba, sin querer, sin pretenderlo.
O justo lo que acababa de suceder: abrir la puerta del servicio de la autocaravana mientras ella hacía uso de él.
Di un paso hacia atrás. Después otro y otro más. Lejos de la puerta que nos separaba.
Y entonces me eché a reír.
Lo sé, no era lo mejor para apaciguar la situación. ¿Acababa de ver a mi ex haciendo pis? Sí.
¿Se había sentido avergonzada?
A juzgar por la forma en que me había gritado, obviamente sí.
¿Era gracioso?
Un poco también.
—¿Te estás riendo?
La voz al otro lado de la puerta consiguió que mi risa aumentara, siendo imposible para mí mentir en aquel punto.
Ahora Olivia no solo tendría el rostro rojo de vergüenza. También de ira, y yo pagaría las consecuencias. Se llamaba Karma.
—¡Voy a acabar contigo, Jax DeLuca!
No pude dejar pasar la oportunidad.
—Está bien, pero primero lávate las manos, piojosa.
En aquel momento estaba seguro de escuchar cómo sus oídos pitaban de la rabia.
—¡Imbécil!
Mis carcajadas inundaron el ambiente y corrí por el interior de la caravana hasta llegar a la puerta, huyendo del mismo lío en el que yo solo me había metido. Nada más alcanzar la salida escuché la puerta del servicio abrirse. Me volví para encontrarme a Olivia tal y como me la había imaginado: con la cara roja, los labios apretados por la rabia y unos ojos increíbles brillando.
