· Última parte de "Una Perfecta Equivocación" ·
· Contiene escenas +18 ·
Todo empezó cuando Olivia manda por error un mensaje al chat grupal donde está toda su clase, diciendo con qué chico se casaría, a quien besaría y a quién mataría.
Éste último...
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Como siempre, todos los lugares a los que Jax decidía ir a comer eran espectaculares. Igual que yo investigaba las rutas, los hoteles y lugares turísticos, él lo hacía con la cocina.
No fue tan increíble el sabor como el sitio en sí, una terraza con vistas al océano. Estaba bastante segura de que pagaríamos un extra por disfrutar de la noche y el sonido del mar, pero también que merecería la pena.
Pedimos una Bouillabaisse (está bien, Jax pidió una bouillabaisse). Se trataba de una especie de sopa de pescado, con almejas, que a mí no me hizo especialmente mucha ilusión pero él aseguraba que era típica de la zona. De segundo él pidió pollo provenzal, que yo no quise ni probar aunque no estuviese frito.
Compartimos tarta de queso al final. Por lo visto era el postre favorito de Jax, aunque nunca lo había dicho, y quería encontrar la receta que más le gustase.
Estaba increíble, y cuando lo terminamos Jax me miró, sonrió con tristeza y susurró:
—A la Nonna le hubiese encantado esto.
Dejé la cucharilla sobre el plato y estiré la mano sobre la mesa, atrapando la suya. Tenía los dedos cálidos en comparación con los míos.
Jax no había hablado de su abuela en lo que llevábamos de viaje. Sabía que la echaba mucho de menos.
Cada persona afronta el duelo de una forma distinta. Que no hablase de ella no significaba que la hubiese olvidado, o que no doliese.
Y como si hubiese abierto una veda, continuó:
—De joven le encantaba viajar, ¿sabes? Ella y mi abuelo recorrieron toda Italia, y a sus hijos los animaron a conocer mundo. Mi padre no lo sabe... nadie lo sabe, de hecho, pero ella fue quien me dio el dinero que necesitaba a principios de verano para arreglar la caravana. Me abrió una cuenta bancaria en Italia y me depositó lo que pensaba que era suficiente para cumplir con mi primer viaje.
Alcé las cejas, aunque de alguna forma no me sorprendía nada. De hecho, y por muy mal que sonase, apostaba mi mejor camiseta de Taylor Swift a que Jax había sido su nieto favorito. Le consentía mucho.
Sacudió la cabeza, sin soltar mi mano, y su sonrisa se volvió un poco menos triste y algo más melancólica.
—Se aseguró de que no me faltase de nada en este viaje —continuó, pero al hacer una pausa sus ojos volvieron a buscar los míos—. Y se encariñó mucho de ti durante el verano.
Apreté más fuerte su mano.
—Yo también me encariñé de ella —confesé, contagiándome de su sonrisa melancólica.
De pronto noté que mis ojos se humedecían. Oh, mierda. Estaba a punto de llorar a causa de la emoción y de recordar a la Nonna.
La mano de Jax se alejó de la mía. Se frotó tratando de disimular debajo del ojo, y ahí me di cuenta de que él ya había perdido alguna lágrima.