· O l i v i a ·
"Lo entiendo", había escrito.
No pidió explicaciones.
No preguntó la razón.
No quiso hablar conmigo para arreglarlo.
Él, sencillamente... Se había dado por vencido en lo nuestro.
O lo que era peor, no quería seguir intentándolo. Se había olvidado de mí. Quizás ni siquiera me quería.
Cuando vi aquella respuesta en la pantalla el alma se me cayó a los pies. Me di cuenta de que no podía luchar sola por una relación que es de dos.
Me di cuenta de que de verdad se había terminado.
No dormí nada durante los siguientes días. Tony y mi tía lo notaron, pero nunca presionaron para que hablara con ellos, aunque estoy bastante segura de que ya se lo esperaban. Supongo que por eso no se sorprendieron cuando se lo conté.
Fue al tercer día de ruptura. Sábado. Bajé a desayunar a eso de las doce después de conseguir cuatro horas de sueño mal logrado y nada reparador. La cocina estaba hecha un desastre pero olía a café y un dulce español que Tony había hecho en el trabajo llamado Torrijas. Era un postre dulce hecho con pan, que en otros momentos me hubiese encantado comer. Sin embargo esos días apenas tuve hambre.
Hablaban y se reían hasta que yo llegué, en medio de una cocina en obras. Solamente teníamos una diminuta mesa de madera que en realidad era del jardín, plásticos en paredes y suelos, y una placa para calentar la comida. Ambos se quedaron en silencio, mirándome. Lo hacían con dulzura y sabía que no era su intención, pero eso me hizo sentir incómoda, hasta que finalmente Tony carraspeó y preguntó:
—¿Te apetece que te prepare un café, Olivia?
Asentí despacio. Noté cómo mi tía abría un poco los ojos con sorpresa. Llevaba tres días apenas sin comer y sin interactuar con ellos. Solamente salía de casa para ir a las prácticas, y supongo que gracias a ese pequeño trabajo no me desmoroné del todo.
Tony se levantó y avanzó hacia la estupenda cafetera italiana que habíamos adquirido al mudarnos con él. Vaciló unos segundos antes de volverse de nuevo hacia mí y añadir:
—¿Y qué tal una torrija? Es perfecto para empezar la mañana con energías.
Me encogí de hombros. Al fin y al cabo si no las comíamos todas habría que tirarlas. Y la comida nunca se debe desperdiciar.
—Claro, gracias —musité.
Él me guiñó un ojo y sonrió. Después movió el plástico que tapaba un armario y sacó una taza para servirme. Mi tía, por otro lado, no ocultó la sorpresa en sus ojos. Me senté en un lugar libre de la mesa, entre ambos, y ella tomó mi mano para acercarme a su lado, casi tirándome contra su cuerpo. Me acarició el antebrazo y susurró con suavidad:
—¿Cómo estás?
Otra señal de que ellos ya lo sabían. ¿Quizás Jax se lo había contado?
—Bien —mentí.
Y supe en su mirada que no me creyó.
—Isabella llamó hace un rato —continuó, parando para dar un sorbo a su café—. Quería confirmar que mañana irías a comer a su casa.
Isa y Heijiin volvían a la universidad en dos días, y habíamos organizado una comida en casa de Isabella todas juntas, las cuatro, para despedirnos hasta la siguiente vez que pudiéramos coincidir. Parecía que había pasado una vida entera desde que hicimos aquel plan...
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Una Perfecta Despedida ©
Dla nastolatków· Última parte de "Una Perfecta Equivocación" · · Contiene escenas +18 · Todo empezó cuando Olivia manda por error un mensaje al chat grupal donde está toda su clase, diciendo con qué chico se casaría, a quien besaría y a quién mataría. Éste último...