Capítulo 24

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—Ok, ahora... —pronunció el guardaespaldas soltando el cuerpo del joven—. Debe ir a secarse y dormir —agregó tomando la toalla de su espalda para ponerla sobre su cabeza.

—Oye puedo hacerlo solo —afirmó el joven sonriendo mientras detenía las manos del azabache para que dejara de secar su cabello.

—Esta bien, entonces vaya a dormir —sonrió.

—¡Descansa guardaespaldas! —exclamó el joven caminando hacia dentro de la casa.

—Igual usted —respondió el azabache y siguió su recorrido.

New llegó a la cama aún con una sonrisa en los labios, suspirando de felicidad, y sabía exactamente porque, ya no estaba confundido. Por suerte no era del tipo de persona que le daba vueltas a las cosas cuando entendía bien lo que sentía, cuando estaba seguro de lo que queria y esta era una de esas ocasiones.

—Me gustas guardaespaldas —dijo en voz alta aún con una enorme sonrisa en los labios—. Y estoy seguro que no te soy indiferente —agregó para luego cubrirse completamente avergonzado con las sabanas.

Luego de terminar con su recorrido el azabache volvió a el cuarto de vigilancia, encontrándose allí con su amigo.

—¿Y esa sonrisa? —cuestionó este entrecerrando los ojos.

—¿Sonrisa? —rio—. ¿Cuál?

—Exactamente esa —afirmó el castaño apuntándo el rostro de este con su dedo.

—Es solo una sonrisa amigo.

—Mm supongo —dijo el castaño encogiéndose de hombros—. No creo que tenga que ver con el tierno abrazo que acabo de presenciar, ¿cierto?

Al instante de oír aquellas palabras la sonrisa del azabache desapareció de sus labios, dejando solo un rostro enrojecido de vergüenza.

Vamos amigo, esta bien —afirmó entonces el castaño—. El odio que sentían por el otro no iba a durar tanto —agregó sonriendo un poco burlón—. Y quizás es mejor, al menos estamos seguros que el ya confía en ti.

Mm, i a dormir —solo respondió el azabache evitando los ojos de su amigo y se marchó rápidamente, dejando a este riendo por su reacción.

La noche después de aquel cambio de guardia seguío pasando tranquila como las anteriores, ya que luego de ese intento de intrusión no hubo más nada de lo que preocuparse.

—Max... Max... —el abogado escuchaba la voz de una mujer a lo lejos—. Vamos Máx —escuchó nuevamente y entonces supo de quién se trataba.

—Mook —pronunció siendo recibido por la hermosa sonrisa de esa mujer al abrir los ojos—. Mook es... estas aquí.

—Mi caballero de armadura dorada —dijo ella alegre—. Vive.

—¿Qué? —cuestionó el abogado viéndola alejarse.

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