Capítulo 37

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El departamento quedó en completo silencio después de que Max, Tul y Nia se marcharan, era la risa de la pequeña la que llenaba el lugar, era la risa de la pequeña la que alegraba cualquier lugar o al menos así era para New, pero el sabía que era lo mejor, sabía que debía estar lejos hasta que ellos pudieran arreglar todo.

Han pasado solo unas horas y ya la extrañas —expresó el azabache sentándose a su lado

Aún viviendo en Londres el trabajo de Max siguió siendo muy demandante, solía estar fuera de casa uno o dos días mencionó el joven mirándolo—. Yo nunca estuve alejado de Nia por tanto tiempo.

Tendrás que soportarlo New, es necesario.

Lo sé, lo sé respondío este asintiendo—. Lo soportare solo por eso.

Y se que lo harás bien —afirmó el azabache y sonrió—. Ahora mejor dime que quieres comer esta noche.

El joven miró de arriba a abajo a su guardaespaldas y sonrió, sonrió muy tentadoramente, provocando con ello que en solo segundos este estuviera encima de el, devorando sus labios como lo había querido hacer desde que las puertas del ascensor se cerraron y quedaron completamente solos.

No hablábamos de la cena acaso —dijo el joven mientras que el azabache recorría con los labios su cuello.

Mmm si... ¡dime! —exclamó este bajando hacia su pecho—. ¿Que quieres cenar?

Y la respuesta de New fue recorrer con sus manos el torso del hombre que tenía encima de el, desabotonando con ellas también su camisa.

¿Qué creés? —sonrió.

Yo pensaba en pizza —afirmó entonces el azabache levantándose—. ¡Si pizza será! —exclamó e intento salir de encima del joven pero este enredó las piernas en su cintura.

No... ni pienses que lo harás otra vez guardaespaldas —dijo sonriendo—. No otra vez.

El azabache sonrió y volvió a los labios New, llevándose con sus manos la camiseta que este traía puesta, quitandole con ellas también los pantalones y los boxers, dejándolo completamente desnudo debajo suyo. Para ese entonces la necesidad de sentirse que tenían había aumentado aún más, y solo quedaba quitar lo único que lo impedía, los pantalones el azabache.
Por ello New levantó su torso, quedándo ahora sentado, dejando al guardaespaldas arrodillado sobre el, con una pierna de cada lado, y nuevamente sus manos actuaron, comenzando a desabrochar aquel pantalón que cubría la visible erección del guardaespaldas, pero entonces una cicatriz sobre el elástico de los boxers de este lo detuvieron, comenzó a elevar la vista lentamente sobre su abdomen, observando ahora con la luz las tantas cicatrices que había sentido con sus manos aquella noche, algunas que ni siquiera había notado la primera vez que lo vio sin camisa.

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