Capítulo 2

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Pasaron los días y la joven Kotoha fue conociendo poco a poco el lugar, paseaba con Inosuke mientras le cantaba y solía asistir a los encuentros religiosos que se daban en el templo, Doma le parecía un sujeto carismático pero había momentos en los que le notaba algo extraño.

Se dio cuenta de ello una mañana, donde lavaba la ropa de su bebé en un lavadero, entonando una melodía mientras escuchaba el cantar de los pajaritos que se apoyaban en la ventana, la luz del sol se metía en la habitación y ambos disfrutaban de ella.

Cuando terminó de lavar las ropas y procedía a colgarlas para que secaran, logró observar afuera de la habitación, en los pasillos, donde no daba el sol, a Doma, el cual observaba con bastante seriedad el lugar iluminado y a la joven cantando.

—¿Qué pasa? —La duda le invadía, y por alguna extraña razón, sentía que Doma estaba molesto.

Él le hizo una seña para que ella se le acercara, así que lo hizo, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, ella notó que el ambiente se enfriaba en ese lugar.

—Hay una norma en este lugar —Eso la sorprendió, pensando inmediatamente en qué había faltado para intentar remediarlo—. No se abre ninguna ventana mientras sea de día.

—Pero, a Inosuke y a mí nos gusta tomar el sol por la mañana... —Pero no terminó de hablar cuando Doma le indicó que hiciera silencio.

—Si quieres tomar el sol, sal afuera con tu hijo y da un paseo por los jardines, pero aquí no, es lo único que te pido, así que por favor, para la próxima, quiero las ventanas cerradas.

—Ehh... está bien —Kotoha asintió y se apresuró a cerrar la ventana.

Decidió hacer lo que Doma le dijo, salía a dar un paseo por los jardines mientras le mostraba a Inosuke todo el paisaje, parecía ser un paraíso como él le mencionaba pero sentía que había algo raro en todo eso, ¿Por qué en primer lugar no le gustaba el sol?

Doma iba caminando por su templo hasta que se dio cuenta de que la sala de entrada estaba completamente iluminada por los rayos del sol, cosa que sin duda le aterró, la mujer había dejado la puerta abierta.

La esperó en la oscuridad del pasillo, observando aquellos rayos que aunque parecían inofensivos, eran letales para él, llegando a recordar en el pasado el tiempo en que podía salir al sol sin que nada le pasara.

Nunca había sentido el calor del sol, y aunque muchos mencionaban que era agradable, simplemente no podía percibirlo, y ahora que no podía darse ese lujo le daba igual, tampoco extrañaba esos momentos.

Kotoha entró con su bebé al templo y lo vio esperándola en el pasillo, sin que el sol le tocara, cosa que le sorprendió.

—¿Qué pasa, señor Doma?, ¿Acaso volví a romper las reglas? —Preguntó un poco asustada, debido a la mirada seria de éste.

—Creo que no me entendiste, cuando me refiero a cerrar las ventanas, no sólo son las ventanas, también la puerta, la puerta debe estar cerrada por el día, la norma consiste en que no se permita la entrada de rayos solares al templo, ¿Lo entiendes?

—Oh, lo siento, en serio, lo siento mucho, lo había olvidado —Habló, cerrando la puerta para que el sol no molestara—. Es que a veces soy un poco tonta.

—Tranquila, tampoco es para que te asustes —Doma cambió su expresión seria a una bastante alegre e hilarante, casi riéndose, lo que hizo a Kotoha fruncir el ceño—. Creo que demasiado tonta para ser normal —Pensó mientras se cubría la boca con el abanico que cargaba en sus manos—. Ni que fuera a comerte por eso —Aunque eso lo dijo en un tono un poco sugerente.

Tortura imperceptibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora