Capítulo 12

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Llegó al templo, sólo para encontrarse con la terrible sorpresa de que Akaza lo estaba esperando.

—La mataste —Le dijo, con una sonrisa burlona en su rostro. Doma sacó uno de sus abanicos y lo voló en pedazos.

—Cierra la boca —Doma se sentía miserable, odiaba estar en esa situación, y para colmo de males, Akaza había llegado para presenciar su desgracia.

No podía distinguir todas aquellas extrañas sensaciones que se arremolinaban en su estómago, su cabeza le dolía y su garganta también, era un malestar incómodo, y lo peor, seguía sin poder evitar que las lágrimas salieran de sus ojos.

—Te ves como la persona más lamentable que ha pisado esta tierra —Akaza se regeneró rápidamente mientras seguía burlándose de la desgracia de Doma—. Creo que ni los cuentos tristes de tus fieles se comparan a tu desgracia.

—¡Cállate! —Pero aquellas palabras le hacían daño, tanto que nunca imaginó que podría sentirse así.

Los sentimientos hacían a una persona bastante vulnerable, por eso Muzan admiraba su demencia y su enfermedad, porque era un martirio vivir con ellos.

Era tan desagradable que cayó al suelo, vomitando por la mala sensación que sentía en su estómago.

Akaza observaba estupefacto la escena.

—Conozco perfectamente ese sentimiento, así me sentí cuando me vi devorando por primera vez a todas las personas que maté siendo un demonio vulgar, cuando recobré la conciencia me sentí tan mal que vomité todo lo que llevaba en mi estómago. Se llama arrepentimiento, o remordimiento de conciencia —Akaza se percató del estado tan deplorable de Doma y decidió comentarle un poco sobre aquella sensación, la cual era nueva para éste, pero común para Akaza—. Creo que al final sí te estabas curando, ella te estaba curando, pero la mataste.

—Me siento muy mal, Akaza —Habló Doma, cabizbajo y apretando los puños, no podía controlar aquello y se sentía frustrado—. Es como si todos los sentimientos negativos se acumularan dentro de mí, siento náuseas, mi cabeza pareciera que va a estallar y mi estómago se siente como fuego... Detesto sentirme así.

—Todo lo que describes se resume en una sola palabra, sufrimiento —Akaza analizaba las palabras de Doma y se daba cuenta de que éste parecía tener toda clase de emociones negativas como si de su propia naturaleza se tratase—. Y me cuesta creer que alguien tan carismático y divertido como tú en realidad esté lleno de tanto sufrimiento, esas son tus verdaderas emociones, eres un ser lamentable, miserable, y siento lástima por ti.

Doma escuchaba atentamente las palabras de Akaza, no sabía qué tan cierta podía ser su teoría pero al recordar lo vacía y superficial que había sido su vida, se dio cuenta de que nadie, absolutamente nadie, podía ser feliz con algo como eso.

Imágenes confusas llegaron a su mente, Doma no podía entender de qué se trataban pero aquellos recuerdos le generaban un terrible malestar.

—Tienes toda la razón, Akaza —Doma finalmente lo miró a la cara, con una mirada demente y vacía, la cual no paraba de derramar lágrimas—. Sólo soy un maldito miserable que siempre arruina las cosas, estuve cerca de curarme pero lo arruiné, asesiné a la única persona que podía hacerlo, que entre tantos siglos, había podido hacerme percibir algo, porque mi maldita enfermedad sólo ha hecho que pierda la cabeza, pero no es culpa de mi apatía, ¡Es culpa mía y siempre lo ha sido!

Akaza lo observaba en silencio, una parte de él quería alegrarse por ver a su rival en tan deplorable estado pero algo muy dentro de sí no podía hacerlo, se sentía mal por él, nunca lo había visto así, en su verdadera forma, con su verdadera personalidad, y eso le causaba empatía, lo cual odiaba, pues quería lastimarlo, pero no podía.

Tortura imperceptibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora