Una broma de inocentes

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I

Expiraba el año de 1964, y en el siguiente debía tener en Bolivia la elección de presidente constitucional de la República.

Los partidos políticos estaban en efervescencia y eran muchos candidatos a la suprema magistratura de la nación.

Se acusaba al gobierno, por la oposición, de prohijar la candidatura del valiente y meritorio general don Sebastián Agreda, a la sazón ministro de la Guerra.

El gran partido belsista esperaba el regreso de Europa de su popular caudillo, cuya candidatura, ya en octubre de ese año fue publicada en La Paz, despertando un entusiasmo tal, que parecía que hasta las piedras se movían ante el nombre de Belzu, que halagaba el oído del pueblo y ejercía mágica influencia en el corazón de numerosos adeptos.

El partido “rojo” apoyaba la candidatura de un joven distinguido personaje : el Teniente Coronel Adolfo Ballivian; pero temeroso por una parte de la prepotencia del partido belsista, y por otra de la intervención oficial que suponía, injustamente desde luego, existir en pro de la candidatura general del general Agreda, parece que resolvió en último recurso, apelar a un expediente al que, por desgraciada frecuencia nuestros partidos; a la revolución.

II

El gobierno se hallaba en la ciudad de Cochabamba, con la mayor parte del ejército. Estaban también allí muchos jefes sueltos, y entre ellos el general Mariano Melgarejo, pariente inmediato de la señora doña Gertrudes Antezana de Achá, llamada por su belleza la diosa del Calliri (1) y esposa del presidente de la República general José Maria de Achá.

Melgarejo por su gallarda presencia, por sus arranques de generosidad y nobleza por los actos de extraordinario valor que le habían distinguido desde soldado raso, era un jefe que gozaba de gran prestigio en el ejército.

Melgarejo era enemigo de Belzu; hacia tiempo que había roto con Adolfo Ballivian; se mostraba además desafecto a la candidatura de Agreda y sus relaciones con el tolerante y bondadoso presidente Achá no eran cordiales.

Se podía decir que por el momento, no pertenecía el hombre a ninguno de los partidos militantes.

Su situación era de espectativa puramente.

(1) Nombre de una hermosa propiedad de la señora de Achá en las inmediaciones de Cochabamba.

III

En uno de los últimos días de diciembre habían sido reducidos a prisión, en Cochabamba, dos importantes y distinguidos jefes : los coroneles Eliodoro Camacho y Lisandro Peñarrieta, que se decía, habían sido descubiertos en un plan de conspiración, lo que parece que no era evidente en cuanto a ellos, aunque en realidad existieran algunos subversivos.

Un capitán del escuadrón “Rifleros” que temía verse comprometido en el curso del proceso que se iniciaba, se dice que quizo apresurar el golpe y se resolvió a tentar al general Melgarejo, quien debía abandonar la ciudad de Cochabamba, pues el gobierno creyendo prudente alejarlo, tal vez ya desconfiando de él, acababa de expedirle el nombramiento de comandante general del departamento de Santa Cruz.

Los rojos conspiraban, los belicistas también, y ambos partidos esperaban por instantes, un pronunciamiento en el ejército, que definiera la situación. Ambos parece que solicitaban, en favor de sus causas respectivas, los servicios de Melgarejo, cuyo valor y ascendiente eran proverbiales.

IV

Eran las seis de la mañana del 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes.

El general Melgarejo, vestido con su uniforme de gran parada y montado en su hermoso caballo, sale de su casa y se dirige al cuartel del escuadrón “Rifleros”; toma el dinero que llevaba en ese momento el habilitado para el socorro de la tropa; proclama a ésta desde la puerta del cuartel, le reparte las monedas y termina su arenga con estas palabras :

— ¡Muchachos! ¡Viva Melgarejo!

Este ¡Viva Melgarejo! fue en el acto secundado por todo el escuadrón, y la revolución quedó consumada, tomando el faccioso general, inmediatamente, los demás cuerpos del ejército, venciendo la infructuosa resistencia de los que permanecían leales al gobierno constitucional.

V

En los primeros momentos de la revolución, los rojos creyeron que Melgarejo la hacía en favor de Ballivian, y los belicistas en favor de Belzu. El presidente Achá cuando recibió el primer aviso del movimiento, lo creyó una broma.

Melgarejo no trabajaba ni había expuesto su pellejo por Belzu ni por Ballivian, ni por ningún otro caudillo, sino por Melgarejo mismo.

Se burló de todos los partidos, del país entero, se proclamó así mismo, se apoderó de la presidencia de la República por sí y ante sí, y en aquel memorable día dio a todos una inolvidable y verdadera broma de inocentes.

El general MelgarejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora