¡El que manda, manda y cartuchera en el cañón!

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El general Melgarejo, como rudo soldado, no tenía idea de la democracia, ni concebía el gobierno de la nación por la nación misma. El pensaba, como desgraciadamente piensan muchos hombres que no comprenden la soberanía popular, que el verdadero gobierno está sólo en la persona del presidente y que debe ser omnímoda y absoluta la autoridad ejercida por éste.

Durante la corta permanencia del presidente en La Paz, en los primeros días del año 1865, tuvo lugar un gran banquete oficial, al que concurrieron todos los miembros del poder ejecutivo y judicial, y gran número de personas notables de la ciudad.

Un ministro de la Corte Superior de la Paz, dirigió en aquel banquete un brindis al presidente, en el cuál se permitió hablarle de principios y a insinuar ideas de libertad y constitución.

Cuando hubo terminado el brindis, el general Melgarejo, empuñando con la mano derecha una copa de licor, mientras con la izquierda sobaba su larga y poblada barba, (signo inequívoco de disgustos y cólera) dirigiéndose al magistrado le dijo en alta vos :

— ¡Oiga usted so ca... nario! ¡El que manda, manda y cartuchera en el cañón!

Silencio profundo reinó en la sala del banquete, y ¡ay! del que se hubiera atrevido a contrariar en tales momentos las palabras del presidente, que encerraban todo el programa de su administración.

El general MelgarejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora