Sobre un cañón

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Después del combate de Letanías (24 de enero de 1866) en que el ejército del general Melgarejo, derrotó al constitucional mandado por el general Casto Arguedas, y del cual el vencedor tomó gran número de prisioneros entre jefes, oficiales y soldados, Melgarejo se situó en el pueblo de Viacha, en cuya plaza firmó sobre un cañón un decreto de convocatoria a una asamblea nacional que debía reunirse el 6 de agosto de aquel año, habiendo pocas horas antes firmado sobre un tambor, en el mismo campo de batalla, después de la victoria, aquella hermosa proclama que dirigió a la nación y que empezaba con estas palabras :

“El humo de la pólvora ha purificado la atmósfera política...”

Melgarejo intentó hacer su entrada en La Paz, no ya en su brioso corcel, sino montado en el cañón sobre el cual había firmado el decreto de convocatoria a una asamblea.

Los prisioneros fueron colocados en el Loreto, en ese mismo recinto sombrío y de fúnebre recordación, donde pocos años antes, habían sido sacrificados el ex-presidente de la República, Jorge Córdoba y sus compañeros de prisión, por la ferocidad del comandante general del departamento, coronel Plácido Yañez.

Melgarejo hizo su entrada triunfal en La Paz, cuyos habitantes le recibieron poseídos de terror.

Al día siguiente de su llegada, montó a caballo y se dirigió a la plaza de Loreto. Una vez allí ordenó que sacaran a todos los prisioneros y los hicieran formar.

Conocidos el carácter y los hechos del presidente, los prisioneros recibieron esta orden como una sentencia de muerte; y las personas que estaban en la plaza, sobrecogidas de terror, esperaban presenciar una escena de sangre y de venganza..

Salieron todos los prisioneros, entre los cuales había muchos militares del ejército de Melgarejo, que se habían pasado al enemigo el día del combate.

Todos ellos esperaban la muerte.

Una vez formados, se acercó a la línea el general Melgarejo, y después de contemplarlos con una mirada que heló la sangre en las venas de aquellos hombres que creían hallarse en el último instante de su vida, les dijo :

— ¿Con que estos son mis opositores? ¿Estos eran los que pensaban vencer a Melgarejo? ¡Fuera de aquí, canallas! Vayan a sus casas, no vuelvan a meterse de guapos conmigo, y dedíquense a cuidar a sus familias. Largo de aquí, demagogos,¡can... narios!

Los prisioneros, a quienes se les volvió el alma al cuerpo, se esparcieron veloces por todas las calles, como bandadas de mariposas, los que esperaban presenciar la ejecución de aquellos, presenciaron más bien un acto de noble magnanimidad del valiente general Melgarejo. Acto digno de sincero aplauso.

El general MelgarejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora