El presidente Melgarejo tenía picantes e ingeniosas ocurrencias, en sus momentos de buen humor.
Aquel hombre, al parecer tan sombrío y fiero, se entregaba con frecuencia a las expansiones alegres en medio de sus amigos, que más de un epigrama chispeante oyeron de sus labios, en varias ocasiones.
Hallábase un día en marcha, a la cabeza de sus aguerridas tropas, a las que él llamaba siempre “el grande e invencible ejército de diciembre”, y entre los miembros de su comitiva se hallaba un extranjero, amigo suyo, con quien el general Melgarejo departía alegremente con militar franqueza.
Recaía la conversación sobre el mal estado de los caminos del país, y habiéndole dicho el extranjero que sería muy oportuno el establecimiento de una escuela de ingeniería en la República, a cuyo objeto debería prestar especial atención el Poder Ejecutivo, Melgarejo, dirigiendo la vista a una recua de jumencos que en aquel instante cruzaba el camino, respondió al extranjero con toda la llaneza del soldado.
— En Bolivia no hay más ingenieros que esos (señalando a los borricos) ni más ejecutivo que este, —levantando el látigo que tenía en la mano derecha.
En aquella época encerraban una grande y amarga verdad estas palabras del presidente : más, ¡que triste idea daba con ellas de su país a un extranjero.
Hoy, por fortuna, la República, no conoce ni acepta ingenieros ni poder ejecutivo de esa clase.
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El general Melgarejo
Não FicçãoEl general Melgarejo : Dichos y hechos de este célebre hombre. Fue publicado por primera vez en el año de 1913 por el tarijeño Tomás O' Connor D'arlach.