CAPITOLO NOVE

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-¿Has oído algo de lo que te he dicho?

Mew dejó de pensar en Josef y miró a Bright, su jefe técnico y mano derecha, que en ese momento se paseaba de un lado al otro delante de la mesa de Roller.

- ¿Qué es lo que has dicho? - le preguntó Mew.

- He dicho que ya estamos bastante apretados de dinero. No necesitamos un ayudante nuevo.

-No es algo que se pueda discutir, Bright. Si queremos que el negocio florezca, necesitamos ayuda. Bright se desplomó sobre la silla que había frente al escritorio de Mew, se echó hacia atrás y apoyó los pies sobre la mesa. Mew le hizo un gesto de irritado en dirección a las suelas de los zapatos de Bright.

-¿Te importaría?

-¿Ayuda? - dijo Bright-. ¿Pero de qué hablas?

- De llevar un negocio, Bright.

Tal vez su socio poseyera el treinta por ciento del negocio, pero era Mew el que hacía el cien por cien del trabajo diario gracias al cual la empresa marchaba. Además de eso, era el que daba la cara, el ex policía que conseguía clientes, el vínculo con la comunidad y en general el que se ocupaba de las relaciones públicas mientras que Bright se dedicaba únicamente a diseñar e instalar los sistemas de seguridad.

Hasta el momento ese reparto de tareas había funcionado bien y Mew veía grandes beneficios para el futuro. Pero esos beneficios dependían de poder salir o no del lío en el que se habían metido con el caso Driskell.

Habían trascurrido tres días desde que había dejado a Josef en la parada de autobús de la Playa Laguna y salvo alguna que otra fantasía, habían estando ya las treinta y seis horas centrado en su negocio. Pero ni siquiera eso bastaba. El pago de algunas factura y algunas llamadas habían quedado desatendidas. Si no quería que el negocio se fuera a pique, incluso mientras intentaba salvarlo, iba a tener que contratar a alguien que echara una mano con el trabajo de oficina. Porque en ese momento la prioridad de Mew no sólo era la de encontrar el fallo en el sistema de seguridad que le habían instalado a Driskell, sino también repararlo. Y para eso necesitaba todos sus recursos: el tiempo, el dinero y ha Bright.

- Ya nos las arreglaremos -dijo Bright.

Su socio tenía un modo de leerle el pensamiento que resultaba tanto desconcertante como reconfortante. Bright había diseñado el sistema de seguridad de Driskell y había hecho la instalación. Era un tipo que se tomaba su trabajo muy en serio y le había jurado a Mew que el sistema era insondable. Sin embargo, después del robo, Bright se había visto obligado a reconocer que algo iba mal.

-¿Cómo? - le preguntó Mew-¿Cómo vamos a averiguar lo que pasa si no disponemos de tiempo para dedicárselo al problema? -tomó un montón de currículums que la agencia de trabajo temporal le había enviado la tarde anterior No, anoche tomé una decisión. Voy a contratar a un ayudante de oficina y ya está. No hay más que hablar.

Bright no respondió. En lugar de eso sacó un dólar de plata del bolsillo y empezó a darle vueltas entre los dedos. Mew sacudió la cabeza, exasperado. Bright no quería enfrentarse a la situación, no quería reconocer que su sistema fallaba, que necesitaba revisarlo. Pero era cierto y él necesitaba que su socio se centrara.

Bright lanzó la moneda al aire y Mew se rindió ante la no tan sutil indirecta.

-¿Vale, vale, y qué tal te fue en la mesa de juego?

-Gané tres de los grandes. No está mal, ¿eh?

-No está mal - concedió Mew.

Qué pena que el dinero estuviera en el bolsillo de Bright y no en la cuenta corriente de la empresa.

B⃤E⃤S⃤O⃤S⃤ R⃤O⃤B⃤A⃤D⃤O⃤S⃤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora