CAPITOLO QUINTO

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En realidad no se tragaba la historia que él mismo le había sugerido, de que fuera un estudiante universitario. Qué casualidad que el, le hubiera confirmado sus palabras un poco al buen tuntún y con suma prontitud... ¡Pero qué más daba si eso era o no cierto! En ese momento había otras cosas más apremiantes; porque, si no se equivocaba, tenía menos de quince minutos para que Morgan subiera a buscarlo.

No tenía elección. En compañía o no, había llegado el momento de continuar con lo que había ido a hacer allí. Se volvió hacia la caja fuerte y giró el dial con la combinación que conocía desde que era un adolescente. Al momento se abrió la puerta y sacó el estuche que había visto a Morgan robar de la habitación de Tul. Abrió el estuche para confirmar que el collar estaba de verdad allí y se lo guardó en el bolsillo de la americana. Al día siguiente cambiaría la cerradura de la puerta cristalera del balcón de Morgan y la convencería para que dejara la alarma activada incluso durante las fiestas. - Vamos -dijo con total naturalidad mientras avanzaba hacia la puerta-. Nos vamos por aquí. -¿Vamos?-repitió el-. ¿Vamos? -reiteró con énfasis-. ¿Vas a marcharte así? ¿Con el collar? Bueno, podría haberte arrestado por allanamiento de morada, pero como no te has llevado nada, creo que la policía se echaría a reír y te dejarían marchar. No creo que valga la pena el esfuerzo.

Mew sabía que eso no era en absoluto cierto, pero había quedado muy bien. Y ni por asomo quería que se implicara la policía. Si Tul se olía de algún modo lo que Morgan había hecho, insistiría a los agentes hasta que no les quedara otro remedio que cargos contra su abuela.

-¿Entonces me vas a dejar marchar, así sin más? - insistió el.

-Si se reduce a eso, sí.

El lo miró con fastidio.

-Eres tu el que está robando el collar -Gulf le señaló el bolsillo con gesto acusador-¿Dónde demonios crees que va con eso?

- Voy a devolvérselo a su dueño - contestó él.

El se puso pálido y Mew se dio cuenta de que no hacía falta ser un genio para ver que había dado en el clavo.

-De acuerdo -dijo él-. Hable.

-¿A quién se refiere cuando dice «su dueño»? ¿Acaso ese collar no pertenece a la señorita Morgan?-señaló con vaguedad hacia su bolsillo.

-Pertenece a Tul.

-¿Quién es?

-El hermano de Morgan.

-¡Ah! -frunció el ceño-. No, eso no puede ser verdad.

-Créme. Es cierto.

El lo miró con los ojos entrecerrados.

-Demuéstremelo -le dijo Gulf.

-Claro -respondió él. No hay ningún problema.

Mew esperaba que su voz trasmitiera más seguridad de la que sentía, porque no tenía ni idea de si habría o no manera de demostrarlo. Su única esperanza era la arraigada costumbre familiar de ponerle etiquetas a todo. El padre de los dos hermanos había sido peón de granja y Mlrgan, Tul y sus padres habían pasado muchos años mudándose de una finca a otra, dependiendo del trabajo. Según Morgan, su hermano y ella habían aprendido a ponerle una etiqueta con su nombre a todo. Si no lo hacían, los demás niños que vivían en el campo acababan quedándose con sus cosas y las pertenencias pronto quedaban en nada.

Sacó el estuche del bolsillo y cruzó los dedos con el pensamiento. Entonces abrió el estuche, mostrando el impresionante collar. Pero no perdió tiempo disfrutando de la vista. En lugar de eso inspeccionó la alhaja y enseguida se fijó en el cierre. A los pocos segundos Mew sonreía de oreja a oreja. Miró al joven y se acercó a enseñarle el collar.

B⃤E⃤S⃤O⃤S⃤ R⃤O⃤B⃤A⃤D⃤O⃤S⃤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora