Morgan le hizo un gesto a un camarero para que se llevara los platos del desayuno. Frente a ella, Mateo se tomaba un cóctel de frutas. Se habían encontrado allí, en aquella cafetería con vistas al Pacífico, para celebrar la victoria de su plan de juntar a los nietos. Por supuesto, Mateo había pedido champán, suavizado con zumo de naranja por ser todavía bastante temprano.
Ella no se lo había discutido. Quería compartir ese momento con él, aunque supiera que todavía no era completa su victoria. Tomó otro sorbo de su cóctel y suspiro.
Mateo estiró el brazo sobre la mesa y le rozó los dedos con los suyos.
-¿Morgan, qué ocurre?
Ella esbozó una sonrisa forzosa.
-Nada de nada, Mateo, querido. Solamente estoy contemplando el océano y pensando en el paso del tiempo. Y había pasado tanto tiempo... Había amado a su marido, Clark, al igual que Mateo había amado a Martha. Pero ambos llevaban años muertos y ella y Mateo habían desperdiciado mucho tiempo. No quería perder ni un minuto más.
-Teníamos razón, sabes -dijo Mateo, hablando todavía de los chicos - gulf parece muy entusiasmado con mew-se tocó el bigote. Y como han empezado a salir enseguida, supongo que dentro de nada anunciarán su compromiso.
Morgan dio un sorbo de su cóctel y guardó silencio un momento, mientras decidía sobre el mejor modo de responder. Su plan había sido hasta el momento un éxito, pero se preguntaba si la victoria era legítima. Había intentado llamar a Tul el día anterior, pero su hermano había evitado sus llamadas. Así habían estado las cosas años atrás, pero últimamente se habían llevado mucho mejor.
La vacilación de Tul había dado qué pensar a Morgan y había sacado una única conclusión: Tul había metido la pata. Nunca había sido tan buen actor como Morgan. Si Mew había sospechado de que los tres estaban metidos en eso, habría acosado a Tul hasta que le contara la verdad.
Lo cual explicaría porqué de pronto los chicos estaban tan acaramelados. ¡Sus taimados nietos intentaban hacerles la jugada a ellos!
En realidad, a Morgan no le importaba. La única cuestión era si decírselo o no a Mateo.Pero decidió guardarse la información. Incluso pensó que haría todo lo posible para conseguir que ambos planes avanzaran. -¿Morgan?-repitió con cierta preocupación en la voz-. Crees que funcionará, ¿verdad?
Ella estudió a Mateo, mientras dejaba de pensar en su plan y centraba sus pensamientos en el que sin duda habian puesto en práctica sus nietos.
-Sí, cariño - le dijo-. Creo que todo funcionará a la perfección.
Gulf estaba acurrucado en el sofá con unos pantalones de chándal viejos, una novela de Robert Ludlum sobre el cojín que tenía al lado, mientras en la televisión estaban echando Atrapa a un Ladrón. El abuelo estaba sentado en la butaca, con los ojos pegados a la pantalla a pesar de haber visto la película por lo menos un centenar de veces.
Le había fastidiado que Mew le dijera que esa noche tenía una cita con unos clientes, pero la verdad era que en ese momento se lo estaba pasando bien. No había tenido oportunidad de pasar mucho rato a solas con el abuelo en los últimos días y estaba deseando de interrogarlo sobre Morgan.
- Mew y tú parecéis llevaros muy bien, ¿no? - empezó a decirle el abuelo sin apartar los ojos de la pantalla.
Gulf ahogó una sonrisa mientras se percataba de que su abuelo había empezado su propio interrogatorio.
-Lo mismo que Morgan y tú.
Él pareció despertar de un letargo. Se incorporó en la butaca, se le iluminó la mirada y pareció como si le quitaran diez años de encima. Se preguntó si el tendría el mismo aspecto cuando pensaba en Mew, pero inmediatamente rechazó esa idea. Estaba con el tema del abuelo; su historia con Mew ya sabía cómo iba a terminar.
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B⃤E⃤S⃤O⃤S⃤ R⃤O⃤B⃤A⃤D⃤O⃤S⃤
RandomSólo un ladron podía robarle el corazón... Gulf Coner era el tipico ladron de guante blanco que intentaba retomar el buen camino. ¿Quién iba a pensar que la noche en la que trataba de devolver unas joyas acabaría atrapado en los brazos del guapísimo...