CAPITOLO PRIMO

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Un rayo de luz se colo por la ventana de la abitacion de Gulf Coner y le izo cosquillas en las pestañas. Se dio la vuelta sobre las sábanas, intentando rodar, robando algunos minutos más de glorioso sueño,le daba igual. Solo quería flotar en aquella maravillosa bruma entre el sueño y la vigilia ese mundo lleno de sombras en el que los sueños pasaban flotando, se acercaban o se alejaban, donde unos minutos más de felicidad se conseguían con sólo tocar un botón del despertador

—¿Gulf?—

Unas pisadas razonaron en las escaleras que conducían a su dormitorio

—¿Gulf?—Repitió las voz—No iras a pasar todo el día durmiendo ¿verdad?

Gulf gimió mientras se cubria la cabeza deseando que la fina colcha pudiera ahogar el sonido de la voz de su abuelo ¿sabía que no tenía malas intensiones pero acaso era nesesario recordarle de nuevo que seguía sin empleo?

Los golpes en la puerta resonaron en el dormitorio al tiempo que el reloj despertador empezaba a soñar. Habían transcurrido otros siete minutos,de modo que más le valídria aguantarse y levantarse.

—Ya voy— dijo en voz alta para que lo oyera su abuelo

Acto seguido se sentó en la cama y planto los pies en el suelo de un solo movimiento

En los dos meses que habían pasado desde que lo habían despedido, se había cruzado el Condado de Orange de punta a punta, había presentado docenas de currículums y pasado por al menos una veintena de entrevistas. Lo habían llamado de cinco, pero al final el trabajo siempre acababa en manos de otra persona. Las deudas se iban acumulando, además tenía que pagar impuestos y su cuenta corriente peligraba.

Nada bueno.

Su situación financiera era catastrófica y lo malo era que la licenciatura en Historia no le estaba exactamente abriendo las puertas de muchas empresas. Si no conseguía un empleo pronto, iba a meterse en un buen lío. No sólo se había quedado casi sin ahorros, sino que no tenía nada más de lo que depender. Ni dinero, ni experiencia laboral. Porque a la hora de la verdad, a parte del empleo de aprendiz de director que había perdido recientemente, no tenía en realidad experiencia con la que pudiera ganarse la vida.

Aunque eso no era del todo cierto. Tenía unas habilidades de lo más lucrativas. Pero ser ladron no era una opción profesional y el estaba empeñado en ser desde ese momento un ciudadano ejemplar. Hasta entonces en su vida sólo había habido secretos y en general estaba cansado de todo ello. Cansado no tener buenos amigos, cansado de romper relaciones sentimentales después de cuatro citas porque le daba miedo acercarse.

Sencillamente, cansado.

Necesitaba sentirse digno, respetado; necesitaba una vida y un empleo real.

Pero a no ser que algo cambiara muy pronto, iba a terminar preparando hamburguesas en McDonald's y lavándose el pelo todas las noches para quitarse el olor a patatas fritas. Y eso no era exactamente lo que tenía planeado hacer a la madura edad de veinticuatro años.

No. Tenía veinticinco. Se puso de pie y fue hacia la puerta con cara de pocos amigos.

Se había criado con un abuelo que había sido un ladrón de verdad, «El Gato». En Atrapar a un Ladrón, Cary Grant había terminado con la princesa Grace. Pues Gulfi quería también su propio príncipe azul y un trabajo decente... El cuento de hadas al completo. ¿Acaso era tanto pedir?

-Gulf Coner Collins, si no abres inmediatamente esta puerta voy a quedarme con tu regalo de cumpleaños.

Entonces sí que se movió. Agarró el pomo de la puerta y la abrió con impetu. Allí estaba su abuelo, tan acicalado como siempre con su traje de lino, con dos copas de Martini en la mano.

B⃤E⃤S⃤O⃤S⃤ R⃤O⃤B⃤A⃤D⃤O⃤S⃤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora