Gulf se quedó helado, turbado por la voz profunda y aterciopelada del dueño del zapato. Entonces, muy despacio y con mucho cuidado, fue hacia la cristalera, en dirección contraria al zapato... y al hombre que lo llevaba puesto.
-¿Hola?-dijo de nuevo la voz melódica-. ¿Quieres darte la vuelta?
-Esto... no. En realidad prefiero no hacerlo -dijo mientras se decía que lo que quería era seguir avanzando hacia el balcón.
-Sígame la corriente-le dijo él en tono rotundo.
Gulf emitió un leve suspiro mientras levantaba la mano y se la llevaba al pasador que le sujetaba la pequeña cola de caballo. Sabía que estaba jugando con fuego, pero necesitaba ganar tiempo y no veía otra alternativa. Desde luego no necesitaba que lo ficharan ahora que estaba retirado, cuando en toda su carrera profesional jamás lo habían detenido.
No. En ese momento estaba dispuesto a hacer casi cualquier cosa con tal de salir de allí sin que se enterara la policía. Y si eso significaba que tenía que utilizar su encanto, eso era exactamente lo que tenía intención de hacer. Después de todo, el abuelo había intervenido en más de una docena de películas. Sin duda el habría heredado cierta habilidad para actuar.
Se quitó el pasador y la melena que a Gulf tanto le molestaba llevar suelta le cayó hasta los hombros. Entonces el sacudió la mata de pelo, poniendo cuidado para que el gesto resultara lo más sensual posible sin darse la vuelta para mirarlo.
-Ya está - murmuró el-. Ahora no tiene porqué mirarme la mini cola de caballo.
-No me refería precisamente a eso -le dijo y Gulf notó que se había acercado un poco a el.
-¿No?
En ese momento una mano lo agarró del hombro y le dio la vuelta. El echó la cabeza hacia atrás, listo para empezar con el coqueteo, pero al ver a aquel hombre, todo pensamiento racional lo abandonó.
Impresionante. Cien por cien, total, positiva y tremendamente impresionante. Tenía el pelo rubio oscuro y unos ojos azules preciosos que lo miraban con una mezcla de curiosidad e irritación. Además de eso, parecía tener un cuerpo de infarto: hombros anchos y una cintura estrecha acentuada por una camisa de vestir y unos pantalones sastre.
Al diablo con fingir el coqueteo; un hombre tan fabuloso como aquél merecía lo auténtico, una frase ingeniosa que le asegurara no sólo la libertad, sino también dejarlo perdidamente enamorado de el.
Pero desgraciadamente el aturdimiento que sentía le impedía formar una frase coherente.
-¿Quién demonios es usted? - le preguntó él.
Gulf se puso derecho y de pronto se sintió ridículo. Se había dejado llevar por la fantasía, había dejado que la emoción del collar le hiciera ver todo bajo otro prisma, incluido aquel hombre, aquel extraño. Eso no era una película, ni aquel el actor principal y tenía que concentrarse si quería salir de allí con su reputación y sus fichas policiales intactas.
Aspiró hondo y se obligó a mantener la calma. -No soy alguien importante-dijo con una sonrisa.
Él no le había quitado la mano del hombro y Gulf hizo lo posible para ignorar la oleada de deseo que lo recorrió de arriba abajo. Parecía que aun sin quererlo el, sus sentidos reaccionaban a la presencia de ese hombre. Sin embargo, el estaba igualmente empeñado en controlar la situación. O al menos todo lo posible, teniendo en cuenta que era el, el sorprendido en el lugar y en el momento equivocado.
Alzó el mentón y lo miró a los ojos. -Tal vez podamos hacer de esto nuestro pequeño secreto -sugirió al tiempo. que aleteaba las pestañas de pura desesperación.
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B⃤E⃤S⃤O⃤S⃤ R⃤O⃤B⃤A⃤D⃤O⃤S⃤
De TodoSólo un ladron podía robarle el corazón... Gulf Coner era el tipico ladron de guante blanco que intentaba retomar el buen camino. ¿Quién iba a pensar que la noche en la que trataba de devolver unas joyas acabaría atrapado en los brazos del guapísimo...