Gulf se arrodilló delante de la caja de caudales y la examinó. Tal y como Mew había dicho, era una Sentronic 3000 con cerradura electrónica. Casi impenetrable para un amateur; pero el no era un amateur.
Se había cambiado en el asiento de atrás del coche de Mew y se había quitado aquel traje incómodo para ponerse unos vaqueros negros, un suéter negro de cuello Perkins y un chaleco negro donde guardaba su instrumental. En ese momento se llevaba la mano al chaleco para encontrar el escáner digital que había sacado de lo que tenía escondido en un cuarto de la casa de Santa Ana.
Lo montó, lo encendió y empezó a trabajar. Cinco segundos después la puerta de la caja se abría. Gulf retrocedió un paso, sonriendo como un demonio. No había duda, tal vez se hubiera retirado, pero seguía teniendo tacto.
Recogió sus cosas rápidamente y fue hacia la parte de atrás de la casa a toda velocidad. En cuanto salió de la residencia apretó el botón del cronómetro de su reloj y lo comprobó. Le había llevado menos de quince minutos ir del Jeep a la casa, meterse, abrir la caja fuerte y salir.
No estaba mal para la actuación del grupo de control. Sólo le quedaba hacerlo igual de bien en la actuación verdadera. Estaba deseoso de afrontar aquel reto y en ese momento convencido de que podría hacer prácticamente cualquier cosa.
Treinta minutos después no se sentía tan orgulloso.
Mew había activado de nuevo la alarma y el había empezado de nuevo el proceso. Pero de momento, Gulf seguía fuera. Había intentado burlar el sistema de alarma con todos los trucos habidos y por haber y unos cuantos que se iba inventando por el camino. Pero nada parecía funcionar. Francamente, empezaba a sentirse inquieto... Empezaba... no, estaba ya muy inquieto.
De nuevo intentó desconectar el sistema sin que saltara la alarma. Sin embargo, la configuración era de lo más inusual, más que moderna y Gulf tuvo que darles puntos a la vez que maldecía entre dientes contra ellos.
Lo intento de otra manera, con la esperanza de poder usar frecuencias de radio como camuflaje para sus movimientos. Era una metodología relativamente moderna en el robo y confiaba en que podía funcionar.
Pero no funcionó. ¡Maldición!
-¿Ya estás dentro?
-Maldita sea, Mew, deja de molestarme.
-¡Qué malas pulgas!
El suspiró, entonces decidió darse por vencido. Ya llevaba una hora y sabía que no iba a adelantar nada allí.
-Espera. Voy para allá.
Media hora después estaban en el salón de la casa de Mew, donde el se paseaba de un lado al otro. Él se plantó delante de Gulf y el se paró y lo miró.
-¿Qué?-dijo Gulf.
-Cálmate. Todo irá bien.
-No eres tú el que has perdido capacidad de actuación.
-Cierto. Pero hay algo bueno. Me dijiste que eras el mejor, ¿verdad? Y no pudiste entrar. Así que sabemos que el sistema es bueno.
-No lo suficientemente. Alguien entró. Hay un fallo y no soy capaz de encontrarlo.
Él se frotó las sienes.
-Y si tú no puedes encontrarlo yo no puedo arreglarlo.
-¡Qué fastidio! Sólo has sido amable para que no me sintiera tan mal por no haber podido entrar.
-Lo siento.
-No pasa nada. Lo agradezco.
Menos mal que ya no quería seguir dedicándose a esa profesión. Porque su actuación había sido vergonzosa.
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B⃤E⃤S⃤O⃤S⃤ R⃤O⃤B⃤A⃤D⃤O⃤S⃤
AcakSólo un ladron podía robarle el corazón... Gulf Coner era el tipico ladron de guante blanco que intentaba retomar el buen camino. ¿Quién iba a pensar que la noche en la que trataba de devolver unas joyas acabaría atrapado en los brazos del guapísimo...