¿Alguna vez has Tratado de Atrapar a un Ruiseñor? I

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Los pasos de Aimi recorrieron los pasillos del palacio con un ritmo nervioso hacia la biblioteca donde, según le había dicho Shea cuando se la encontró de camino a la oficina de Adler, se encontraba sir Allaster Falcroft

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Los pasos de Aimi recorrieron los pasillos del palacio con un ritmo nervioso hacia la biblioteca donde, según le había dicho Shea cuando se la encontró de camino a la oficina de Adler, se encontraba sir Allaster Falcroft. Él era su futuro esposo, cosa que no le agradaba, así que tendría que relacionarse un poco con él. Ahora que aceptó que Zanaey nunca los quiso ni a ella ni a su familia y que le había prometido a su hermano que lo ayudaría más con los asuntos de la casa, no le quedaba más remedio que hacer buenas migas con Allaster. Sin embargo, había otra persona que le llamaba más la atención. Varias veces se dio la vuelta para dirigirse a la habitación de él, la del peli anaranjado.

Hoy en la mañana Aimi se había enterado de que Raegan Ashther, el mismo hombre para el que trabajaba su madre, atacaría Sprigshore en cualquier momento. El único que posiblemente conocía toda esa historia era ese tal Jackqen Dell. "Es más importante saber las condiciones de esta complicada situación, ¿verdad?", se repetía a sí misma mientras cambiaba el curso hacia la habitación que lord James le asignó a Jackqen para que se alojara en Pétalo Rosa hasta que el Lobo Plateado atacara. "No es que quiera preguntar nada sobre mi madre", se mintió al tocar la puerta del cuarto luego de unos segundos de vacilación frente a ella.

―¿Qué? ―se escuchó del otro lado―. ¡Ah, sí! ¡Pase!

―Buenos días, señor Dell... ¡¿Pero qué es esto?!

Toda la estancia tenía papeles y documentos regados por todo el suelo como si una ventisca hubiera jugando al pilla pilla con ellos. Jackqen se encontraba sentado en un escritorio, acabado de despertar y con un chorrillo de baba que enseguida se limpió, a su alrededor habían unos cuantos corazones de manzanas desperdigados. Seguía vistiendo su bandana blanca y el cabello lo tenía igual de desarreglado que cuando apareció en la playa. Las únicas diferencias que tenía ahora eran la cicatriz en cruz de su mejilla izquierda (la marca del golpetazo que le propinó Adler) y ropa nueva: un jubón marrón sobre una camisa blanca remangada hasta los codos y pantalones negros con botas de cuero. Sus tres pendientes de oro en la oreja izquierda brillaron cuando Jackqen alzó la cabeza al ver a su visitante, aunque no estaba sorprendido.

―Oh, "lady" Aimi. No la esperaba ―Su sonrisa irónica era un poco molesta.

―¿Qué son todos estos documentos?

―Estoy tratando de atrapar al Ruiseñor.

―¿Al Ruiseñor? ¿Por qué? ―De pronto, la chica olvidó a lo que en realidad había ido hasta ahí―. Ahora mismo nuestro mayor problema es Raegan Ashther, de hecho, me sorprende que usted no esté reunido con mi hermano y mi padre trazando una estrategia de defensa.

―Nunca he estado en una guerra así que no sería de mucha ayuda. Además, sospecho que el Ruiseñor tiene algo que ver con todo esto ―Jackqen se levantó de la silla con unos cuantos papeles en la mano que no dejó de leer mientras salía de la alcoba y comenzaba a transitar por los pasillos con Aimi siguiéndolo y escuchando curiosa.

De Oro y EngañosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora