Capítulo 2

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Al día siguiente, a escondidas, le devolví el libro con una sonrisa fingida, era mejor no arriesgarme. El tal Newel parecía una persona bastante sociable, por eso, su presencia era incómoda. Debía sentarme a leer algo en paz, algo útil para no tener ningún problema, pero me quedé dormida; me sentí bastante agotada porque en esos días Dennisse me obligó a estudiar demasiado. Una risa me despertó, y ahí estaba otra vez.

—¿Hay tanto silencio aquí como para que alguien se duerma?

—Disculpa —dije bostezando.

—¿Así de aburrido está? —Señaló el libro.

—No me gusta para nada, quiero descansar.

No solía tener confianza en los desconocidos, así que intenté terminar con nuestra corta conversación.

—¿Entonces por qué viniste aquí? —preguntó.

—No quiero estar en clases. Me siento aburrida.

—¡Quién no! —Volvió a sonreír, tal vez porque no sabía el motivo del cansancio—. Tuviste que estudiar para un examen en la noche, ¿verdad?

—Me quedé hasta las dos de la mañana. —La mentira me estaba gustando bastante.

—¿Y aprobaste?

—No lo sé, no recuerdo nada. —Era la segunda vez que hablaba con él y estaba mintiendo, siempre fallo en eso.

Empecé a ir todas las tardes a la biblioteca, sólo para hablar con alguien. Me sentía sola en el mundo y atrapada en una jaula, aunque tenía muchos compañeros y una familia que me quería, si es que querer significa poner expectativas que jamás iba a cumplir. Me pregunto desde cuándo se volvió el único motivo por el cual leía.

Pasaron algunos días, buscó otros libros para mí, pero me tomó por sorpresa la presencia de mi tía en la entrada.

—¿Qué es lo que vas a llevar para leer? —Su mirada era como la de una fiera al acecho.

—Tienen qué ver con el proyecto y... —Empezó a revisar los libros que llevaría a casa, mis manos empezaron temblar mientras ella sonreía.

—Un libro de poesía tiene qué ver con la investigación. —Su risa era sinónimo de que al llegar iba a recibir un buen reproche, otra vez—. Deberías aprender a tomar lo que es importante. Déjalo y vámonos.

—Quiero llevarlo. —Miré a Newel, pero no hubo respuesta alguna.

—Si lo llevas no llevarás ninguno —amenazó.

—Quiero llevarlo y ya. —Sus ojos grises iban a acabar conmigo, pero no le tenía miedo.

—Sabes que no estás aquí para desperdiciar el tiempo. ¿Crees que te apoyamos para que hagas eso? —Una sola pregunta bastó para que todo el valor que había acumulado durante ese tiempo desapareciera. La anciana caminó desde la puerta y me tomó de un brazo—. ¡Vámonos!

—No quiero —mi voz perdió su fuerza, sonó como un lamento, pero no les importó y el chico se fue, a fin de cuentas no era su deber.

Dennisse me arrastró hasta el auto, cosa que hizo que mis ojos se llenaran de lágrimas.

—Mamá, no tienes qué ser así. Julieth sólo quiere leer, déjala.

—Apresúrate —ordenó mientras cerraba la puerta—. Odio cuando me desobedecen.

No tenía a nadie para que intercediera. Volvió a mi mente la primera vez que intentó acabar con mi libertad, fue cuando tenía nueve años y mis padres le contaron con orgullo que iba a iniciar la secundaria, entonces, comenzó a imponer rutinas de estudio bastante agotadoras. Un día salí de mi habitación para ver unos niños jugando con Ethan y Jackeline, quería estar junto a ellos, pero esa víbora, al verme pegada a la ventana, me tomó del brazo y me arrastró, pero no estaba sola.

Jardín de rosas negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora