Capítulo 7

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Al acercarse, el aliento fétido de la criatura me impactó al igual que el miedo. Era una pobre indefensa frente a un ser superior y que podía acabar con mi existencia, matarme como a una mosca. Tomó a la joven por el cuello y la levantó, sus garras negras comenzaban a lastimar su piel, los gritos que soltaba eran ensordecedores, comenzó a forcejear para recuperar el aliento, sin éxito empezó a llorar.

—No me vuelvas a hacer daño. —La criatura tenía una voz tan monstruosa como su apariencia, pero, podía encontrarse en ésta un ápice de humanidad, de dulzura femenina.

Un impulso, tal vez instinto de supervivencia, me hizo correr torpemente hacia la salida. Me alejé como cobarde, mientras escuchaba que alguien perdía la vida de una forma tortuosa en aquella habitación oscura. Todo parecía una escena absurda, como de aquellas películas antiguas: las paredes blancas estaban manchadas y en el suelo yacían algunos hombres agonizando. Busqué las escaleras, pero la salida había sido bloqueada desde afuera.

La luz de la linterna revelaba cada vez más el asqueroso panorama. En medio del pánico, un chillido que emitiría un animal al ser sacrificado hizo eco por toda la habitación, luego crujidos. Un escalofrío infernal recorrió mi cuerpo. Tropecé con el cadáver de un soldado desangrado, cerca hallé un arma y un transmisor. Nunca había tomado una pistola, pero pensé que iba a ser necesaria.

Busqué otra habitación, la que, para mi suerte estaba vacía. Apagué mi linterna y esperé. Era de suponerse que cuando terminara con ella olfatearía y vendría por mí, intenté calmarme y sólo escuchar mis latidos descontrolados y la estática.

La ilusión de paz me hizo olvidar, y sentí, por primera vez, cómo el miedo se transformaba en mi canción de cuna, creí que todo estaba perdido hasta que una voz masculina me despertó.

—¡Davis! ¿Me escucha? ¿Está ahí? —Tomé el radio desesperada—. Reportaron que esa cosa acabó con el primer escuadrón, diles que se retiren ¡Rápido! ¡Harold, contéstame ya!

—Está muerto.

—¡¿Quién es usted y qué carajo está ocurriendo allá abajo?! —indagó preocupado.

—Soy una investigadora, acompañé una de mis colegas para tomar unas muestras, pero esa cosa estaba suelta y derrotó los dos escuadrones —susurré mientras las lágrimas se asomaban.

—¿Se encuentran bien?

—¡No! La mató también y yo estoy escondida en una maldita oficina.

—Ya enviaremos ayuda, no perderemos una vida más. Quédese ahí y resista.

—¡No lo hagan! No vale la pena, todo aquí está perdido —rogué llorando, pero cortó la comunicación, ignorando mi advertencia.

Me senté en un rincón, era consciente de que la bestia me había descubierto. Apoyé la cabeza contra la pared y cerré los ojos, no debí ser tan ilusa. Masticaba huesos, sabía que los pisos eran carmín, decidí dejarme llevar por el cansancio y esperar su llegada, de todas formas iba a  encontrarme.

No sé cuánto tiempo pasé dormida, sólo sé que la puerta recibió un golpe aún más fuerte. Pude divisar la silueta de la criatura deforme, avanzando hacia mí otra vez, entonces recordé el arma que apretaba mi mano izquierda. No sabía qué estaba haciendo, sólo terminé disparándome en su lugar. Lloré, porque era muy doloroso y lo peor es que fui quien lo causó.

La criatura retrocedió unos pasos, pero corrió de vuelta. Tenía un gesto de preocupación por mí.

—¡¿Qué hiciste?! ¡No hagas eso, por favor!

La impresión fue tan grande que perdí el conocimiento. Aún busco una razón, si ese era el destino que esperaba, ¿por qué tenía miedo? Entonces volveré a pensar en los instintos y palabras vacías.

Me encontraba en una cama de algún hospital, con el brazo vendado. Me sentía mareada con las miles de preguntas que volvieron a mi mente. Fue difícil levantarme, cuando lo logré, vi cerca mi bata de laboratorio manchada con sangre. Había a mi alrededor una gran cantidad de personas heridas también y una enfermera dando vueltas de un lugar a otro. No quería estar más en ese lugar, fue sencillo abrir la puerta, quería explicaciones, no oír más gente y su llanto de sufrimiento.

Los pasillos antes llenos de guardias, se encontraban vacíos, pero eso no me importaba, era necesario hablar con Custer. Las normas de cortesía no son tan valiosas si se trata de desesperación, empujar la puerta, el sonido hizo que un escalofrío me recorriera todo el cuerpo, pero podía resistir.

Encima del escritorio había una botella de vidrio, tal vez era de vodka, el hombre ebrio miraba hacia arriba con una sonrisa. Habían hojas de papel por toda la habitación.

—Oh, señorita Payne, veo que por fin ha despertado. —Su sonrisa cambió a una mueca de ira.

—¿Qué era esa cosa? ¿Por qué está aquí? —pregunté desesperada, luego seguí con los cuestionamientos que pesaban en mi mente.

—¡Cállese! ¡¿Qué carajos hacía en ese lugar?!

—Jenny me pidió que la...

—Ella quería morir de todas formas —soltó—. Usted estuvo enterada también del peligro.

—¡Nadie me dijo de qué se trataba!

—Ahora lo sabe por su propia cuenta. —Su sonrisa apareció otra vez—. Jennifer quería que usted muriera, ¡qué gran amiga era!

Jardín de rosas negrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora