Capítulo 9

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Al día siguiente, por la mañana. La habitación de Lisa.

Lisa se despertó con la sensación de haber dormido perfectamente toda la noche. El cuerpo pegado a ella era tan suave y cálido. Tan increíble que deseó poder quedarse así para siempre. Y entonces se quedó paralizada, dándose cuenta de que la barrera de almohadas ya no existía. Las dos estaban enredadas bajo las sábanas.

La cabeza de Jennie descansaba justo en el pliegue del cuello y los hombros de Lisa. La tailandesa podía oler literalmente las margaritas dulces del cabello de Jennie que había tocado el costado de su rostro.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que tenía el brazo alrededor de la cintura de la morena. Con el precioso brazo de Jennie apoyado en el estómago de Lisa mientras la pierna de la morena se abrazaba alrededor de los muslos de Lisa, parecía evidente que se habían estado acurrucando juntas contra el frío de la noche.

El corazón de Lisa empezó a latir de forma anormal, su pecho subía y bajaba a un ritmo acelerado. Pensó que el pequeño movimiento despertaría a la morena. Se tranquilizó y pensó en los días en que odiaba a Jennie. No, en realidad no la odiaba. Odiaba el hecho de que Jennie nunca la viera más que como una amiga.

Para colmo, Lisa parecía saborear la situación. Podría acostumbrarse si el destino se lo permitiera.

Lisa podía oír el débil ronquido de Jennie.

Es tan linda, pensó Lisa. Que mal lo pasaba.

Recordar aquellas cosas de las que hablaron anoche le hizo darse cuenta de que juzgó mal a la morena. Era tan sincera y estaba tan perdida como ella, como cualquier chica normal que solo quería que la quisieran. Y eso preocupaba a Lisa, porque los sentimientos que sentía por Jennie se habían intensificado a cada segundo.

Afuera se escuchó la voz de Chahee, anunciando que la nieve ya le llegaba hasta las rodillas.

Jennie se despertó. Lisa cerró inmediatamente los ojos y fingió que seguía profundamente dormida. La tailandesa sintió que Jennie se movía a su lado, como si fuera a levantarse.

Pero Jennie se desplomó sobre el cuerpo de la tailandesa. Estiró la mano para abrazar a Lisa más fuerte por la cintura y acurrucó la cabeza muy cerca del cuello de Lisa mientras volvía a dormirse. Lisa tragó saliva nerviosa, con un nudo en la garganta. Podía sentir literalmente la cálida respiración de Jennie contra su cuello.

¿Se dio cuenta Jennie de que nos estábamos abrazando, pero dejó que ocurriera y se durmió de todos modos?, pensó Lisa. Puede que a Jennie no le parezca importante. Pero lo era todo para Lisa.


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Viernes, por la noche. Fiesta de Halloween, casa de la fraternidad.

Lisa no podía dejar de mirar a Jennie con su sexy uniforme de animadora. La morena estaba impresionantemente guapa. La corta falda azul y blanca que lucía permitía ver sus muslos suaves. Lisa recordó cómo se sentían contra su cuerpo hacía una semana. Y aún no lo superaba.

Lisa dejó que la morena durmiera al menos treinta minutos antes de levantarse lentamente de la cama, dejando atrás a una Jennie dormida. Lamentablemente, el tiempo acompañó y Chahee y sus visitantes se marcharon aquel día.

Pero el olor de Jennie seguía en la cama de Lisa. Y Lisa no podía olvidarla.

"¿Unas Helenas esta noche, oficial?", preguntó Rosé, trayendo a Lisa de vuelta a la realidad. Rosé miraba fijamente el traje de policía de Lisa con un sombrero Stetson en la cabeza.

Cita a ciegas que salió malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora