⇢𝚛𝚒𝚍𝚒𝚌𝚞𝚕𝚘𝚞𝚜

99 18 3
                                    

—¿De que te ríes?— Preguntó Bill, frunciendo el ceño ante las consecutivas carcajadas del bárbaro.

—¡Es que-! ¡Hahah-! ¡No puedo creer que tu-! ¡Que tu creyeras-!— Apenas podía formar oraciones, el aliento en su pecho estaba escaseando y en sus ojos empezaban a formarse pequeñas lágrimas a causa de esto. Seguía con las risas por varios segundos hasta que lentamente fue relajándose, tratando de regularizar su respiración.— Ah... ¿En serio crees que yo uniría mi destino contigo?— Preguntó, sonando ligeramente burlón, mas en el fondo sus palabras eran sinceras.— ¡Por Grom que buena broma!— Exclamó, volviendo a caminar.

— Ah- ¡No era una broma!— Reprochó, siguiendo sus pasos.— ¡Es estrategia! ¡Nadie podrá atacarse, ni pasaremos hambre! Además, ¡Seríamos imparables en las guerras! Cualquiera que trate invadirnos ni lo pensaría.— Intentó persuadirlo por ese camino.

Fangbone no respondió a lo que el pelirrojo decía, continuando con su caminar.

—... Eso significa que tengo razón.— Sonrió triunfante el menor en estatura luego de un largo silencio.

—¡No! Aún tu idea me parece muy ridícula, ni OsoHacha, ni yo aceptaríamos eso aunque sea la última opción para salvar nuestro clan.— Aclaró el bárbaro, frunciendo el ceño luego del comentario anterior.

Bill rodó los ojos fingiendo creerle, siguió sus pasos hasta quedar a su misma distancia. No sabía cuanto tiempo había pasado pero eso no le importaba, tampoco se había dado cuenta de cuando ya estaban fuera del palacio.

Las estrellas al igual que las dos lunas Craneanas iluminaban aquel cielo azulado con sutiles tonos rojizos, las calles también se iluminaban propiamente con algunas antorchas colgadas en los muros de algunas casas, de todas formas, habían algunos lugares donde la luz no alcanzaba y le daba un ambiente medio tétrico, pero mas que tétrico, le parecía un ambiente romántico al príncipe, mientras iba junto al guerrero.

No se percataba de que Fangbone miraba a casi todas las direcciones, como intentando ubicar cada detalle y que no se escapara de su memoria, no lo admitiría, pero ese reino le traía un sentimiento acogedor en cierta manera. Antes de que la nostalgia llenara su ser, optó por regresar al palacio, sin avisar, dio media vuelta emprendió su camino de retorno. Bill seguía caminando hasta segundos después cuando notó la ausencia del más alto.

—¡Espérame!— Exclamó, corriendo en su dirección, nuevamente.— Mi madre se aterraría si regresas sin mí, creería que me pasó algo.— Comentó, agitado, cuando lo volvió a alcanzar.

El silencio volvió a reinar entre ambos caminantes, durante el corto viaje que poco a poco se volvía una eternidad hasta que finalmente llegaron.

La cena transcurrió con naturaleza, ya no hubieron inconvenientes. Cuando los platos y las bandejas estaban sin ninguna migaja de comida, y los vasos estuvieran completamente vacíos, Nathalie ordenó a sus guardias que escoltaran a los cachorros bárbaros y al joven Fangbone a las afueras del reino y que regresaran a su clan; en un murmullo les indicó que no trataran de provocar a los bárbaros, sabía que varios no estaban de acuerdo con aquella tregua y que alguno trataría de iniciar un conflicto en aquella tensión latente.

Los nobles se quedaron de pie en la puerta del palacio mientras los guerreros se retiraban, haciendo ademanes cordiales de despedida. 

Cuando estos cruzaron la muralla del reino y fueran cerradas las puertas, la reina soltó un suspiro pesado lleno de alivio.

—Iré a hablar con Gilliam, si tiene alguna idea de cuando podría terminar la sequía.— Habló, guiando sus pasos a la habitación donde vivía aquella hechicera.

—Te acompaño, madre.— Bill la siguió, él tenía sus propias preguntas a su tutora/ hechicera real.

Ella vivía en una de las torres del palacio, parecía como un estereotipo de hechicera, si la vemos, usaba ropas oscuras y poseía un caldero en medio de su habitación, andamios con libros y pociones, una mesa con una calaverita en esta. Una hechicera estereotipada, pero a ella le gustaba aquel estilo.

Nathalie tocó la puerta y Gilliam abrió esta, sonriendo al ver quienes eran.— Mi reina, principe Goodwin, sean bienvenidos.— Habló con un porte elegante, dejándolos pasar.— ¿En que puedo ayudarlos, si a eso se debe su presencia?— Preguntó, de pie a lado de su caldero.

—Sí, quisiera saber cuando acabaría la sequía. Estamos preparados de recursos para dos solsticios, pero como mi pequeño hijo ofreció comida a los guerreros del clan a las afueras del reino...— Habló la soberana, apoyando su mano en la espalda de su hijo, avisando de que aquello no lo decía para inculparlo, así para que él no se sintiera mal.

—Oh, bien...—Gilliam al instante tomó varios objetos de donde sea en su habitación, unas hojas, ramitas secas, un mortero con agua y cristales solares. Ella sabía como funcionaba aquello, Gilliam y Bill se quedaron de pie a lado de la puerta presenciando a la hechicera en acción. Luego de varios segundos se dirigió nuevamente a la reina.— La sequía no durará mucho, para fortuna de nosotros, será hasta la cuarta luna llena de esta temporada.— Sonrió, entregándole aquel mensaje, aliviada, Nathalie agradeció a Gilliam y se dispuso a bajar las escaleras y regresar a su alcoba.

—Bill ¿No vienes?— Preguntó, volteando a ver a su hijo quien aún estaba en la puerta de la habitación.

—Yo, tengo que hacer una pregunta a la señorita Gilliam.— Habló, su madre asintió a aquella respuesta y se fue.

—¿Qué necesita joven príncipe?— la castaña giró en dirección al menor, este de lo que parecía relajado empezó a tensarse lentamente.

—... Usted sabe... ¿Sí alguien siente lo mismo que tú?— Preguntó primeramente, esperando que la respuesta sea afirmativa.

—¿A que viene eso?— Preguntó confundida, no era alguna de sus preguntas comunes, donde hablaba de plantas, de dimensiones alternas o sobre el zodiaco craneano, eso la tomó por desprevenida.

— Hay, alguien... Que me dijo que se había enamorado de un chico ¡Yo no sé quien sea! Pero me dijo que aquel chico era... Lindo, grande, fuerte... Era como si Grom lo hubiera bendecido...— Suspiró con ojos soñadores hasta que recordó que estaba hablando con Gilliam.— Eso me dijo ese alguien. De esa manera.— Habló instantáneamente, ruborizándose por completo.

La hechicera empezó a reír por lo bajo, como se expresaba el príncipe ciertamente para ella era algo cómico.— Uno no sabe si a alguien le atrae solo por la magia. En eso es lo único que los hechizos ni los oráculos pueden saber con exactitud.— Respondió, revolviendo cuidadosamente el cabello del pelirrojo.— Si ese "alguien" quiere estar con ese chico, debería de cortejarlo, el que no arriesga no gana, así dicen...— Aconsejó Gilliam, de pie frente a él, sin borrar su sonrisa por el momento.— Así que ve y dile que no tenga miedo, que sea él mismo y que no insista porque eso lo alejará.— Sugirió, mientras empujaba cuidadosamente al príncipe hasta la puerta de la habitación.

—¡Sí! Eso le diré.— Exclamó entusiasmado, a punto de correr y bajar las escaleras cuando Gilliam lo detuvo.

— No se desanime joven Billiam, pero tenga mucho cuidado, puede estar jugando con fuego si insiste con ese bárbaro.— Advirtió, cerrando la puerta tras de sí.

Aquel último comentario sorprendió al pelirrojo, no por el hecho de que tenga cuidado, si no por el hecho de que aquella hechicera sabía que nunca se estaba refiriendo a otra persona.

≿━━━━༺❀༻━━━━≾

➳ Ƭωօ ƙíղɠɗօɱʂ ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora