⇢𝚊𝚛𝚛𝚊𝚗𝚐𝚎

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El tiempo fue transcurriendo, los jóvenes guerreros llegaban y se retiraban todas las noches junto al futuro sucesor de Oso Hacha.

Siempre se repetía la misma escena de todas las noches, Bill y su madre los recibía, cenaban, e príncipe intentaba sacar algún tema de conversación a aquel bárbaro sin éxito alguno y se retiraban.

Una mañana, la familia real salió de sus terrenos en un paseo, no había mucho que disfrutar con respecto a la vista del paisaje, se veía desértico y no tan atractivo, pero el prado al que se dirigían eran su objetivo.
Al pelirrojo le entusiasmaba visitar aquellas tierras, le traían recuerdos de su infancia junto a sus dos padres. Y esperaba esa tarde compartir más bellos momentos con su madre.

El carruaje se detuvo lentamente y un de sus sirvientes abrió la puerta para ayudar a bajar a la reina, mientras otro bajaba las valijas y organizaba el picnic.
Bill bajó por su cuenta, contemplando nostálgicamente el verdoso césped contrastado con el cielo rojo como la sangre.

—Ah, finalmente regresamos...—Suspiró Nathalie, sentándose sobre la manta que dejaron sus sirvientes en el césped, junto a un árbol de flores rozadas que tenía tallado en su tronco un corazón y unas iniciales, presumiblemente las de la reina y su difunto esposo.— Extrañé tanto este lugar...— Posó su mano en el tronco y seguidamente recostando su torso en este, relajada.

Bill relajó su mirada, su madre necesitaba este descanso, lejos del estrés de ser reina. Fue hace varios años desde que ella ascendió al trono ya que él aún no estaba listo para tomar aquel cargo, después de que su padre falleciera; sentía como si eso ayer hubiera pasado, cuando él solo tenía cinco años y su reino se enfrentó al clan de los lagartos poderosos.

—Hola padre.— Saludó, el pelirrojo, posando también su mano en aquel árbol.— Tengo tantas cosas que contarte, de seguro te hubiera gustado saber que vivimos en paz con los bárbaros.— Comentó, acomodando su cuerpo a lado de su madre y dirigiéndose al árbol como si estuviera vivo.

—Billiam es muy listo... Pero muy enamoradizo.— Susurró lo último la soberana, dirigiendo su mirada al menor quien simplemente se ruborizó.

—¡Pero logré hacer un trato con los bárbaros! Eso merece reconocimiento.— Exclamó el pelirrojo, tomando un porte orgulloso para seguido reír.

Nathalie también rió, miró a sus sirvientes quienes se acercaban con una cesta llena de comida.— Déjenlo aquí, por favor. Billiam, creo que podrías ayudarlos ¿No?— Le preguntó a su hijo, con un gesto amable, este asintió y se levantó, después de todo, tres personas iban a ser mejor que solo dos.
Apenas distinguió que su hijo se fue, su gesto pasó a uno preocupado y, nuevamente como si el árbol fuera el rey en persona, se dirigió a este.— Me preocupa nuestro hijo, creí que nunca llegaría este momento, y me dejaste esta carga tan pesada... No sé como se lo tomará, está tan enamorado de aquel bárbaro, que podría romper su corazón...— Musitó, bajando la mirada hasta el mantel decorado.— En unas lunas será la gala y desearía que estuvieras aquí para ayudarme, fue tu última voluntad, pero no creo que ahora sea lo correcto...— Suspiró y se quedó en silencio, como queriendo esperar alguna señal o manifestación de lo que debería hacer, la sombra de su hijo la sacó de sus pensamientos.— Oh, ¿Terminaste?

—Sí, no había mucho que hacer, dijeron que se quedarán en la carroza.— Comentó el pelirrojo, abriendo la cesta y tomando una manzana para seguido morderla.

—Ah, estos holgazanes.— Comentó en burla la reina, ambos rieron, ella sacó las demás cosas de la cesta para empezar a degustar de aquel festín.

Luego de ayudar a sacar las cosas de a cesta, comieron hasta saciarse y conversaron hasta no tener que más decir, lo que llevó a que ambos simplemente estuvieran apoyados en el árbol, en compañía de la naturaleza.
Suspiró y miró aquel tallado que le recordaba cuanto sus padres se amaban, eso lo llevó a volar en su imaginación, cuando ellos narraron el origen de aquella marca y, verse a él y Fangbone tallando sus iniciales a lado...

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Desde el momento que sus miradas cruzaron, ambos sabían que estaban destinados a estar juntos.

La joven princesa corría por los pasillos del que sería su nuevo hogar, junto a su prometido, quien solo era un par de años mayor que ella. Se perseguían como un par de niños a pesar de sus padres prohibirles aquel comportamiento.

—¡Hah! Te vencí.— Alardeó el príncipe de ojos zafiro, apoyando su espada en el pecho de la mujer, ella en un movimiento rápido rechazó la derrota y lo venció.

—Eres demasiado fácil de ganar, y eso que uso un vestido.— Respondió con el mismo alarde, separándose para declararse paz y el fin del duelo.— Al menos lo hiciste mejor que las otras veces.— Fijó su mirada en la ventana, esta daba una vista panorámica del reino y parte de sus exteriores.— ... ¿No quisieras hacer algo alocado?— Le preguntó, señalando con su vista el exterior.

—Oh no, nuestros padres se enojarían.— Respondió, ligeramente preocupado por aquella idea.

—No notarán que desaparecimos ¡Vamos!— Lo tomó de la mano y empezó a correr en busca de un pasillo secreto.

Nathalie en ese entonces era una joven impulsiva, vivía al limite a pesar de sus padres exigirle entrar en el papel que debía tener una princesa. Tal vez esa impulsividad fue lo que llamó la atención del príncipe, quien siempre seguía al pie de la letra los mandados de sus progenitores, ella era como su libertad, lo que hubiera deseado si no le importara lo que dijeran de él.

Ambos huyeron y salieron del reino, corrieron sin un rumbo fijo, pero no podían ir tan lejos porque iban a pie. Fueron lo suficientemente lejos como para ver el reino desde la lejanía. Deteniendo su escape cuando llegaron a aquel prado.

—Este lugar no estaba en los mapas antes...—Murmuró él, viendo deslumbrado aquel terreno que solo poseía un árbol y mucho césped.

—¡Declaro esta tierra como propiedad de Nathalie de Goodwin!—Exclamó, hundiendo una ramita en el suelo.

—¿"De Goodwin"?—Preguntó el príncipe, sonrojándose hasta las orejas tras oír aquellas palabras.

—Obviamente, pero yo recibiré tres cuartos de los tributos sobre esta tierra.— Sonrió con orgullo, imaginando levantar un poblado en ese lugar.

—¿Por qué no mejor que estas tierras sean solo para nosotros? De nadie más.— Él tomó las manos de su prometida, sonriendo enternecido, logrando sacar un rubor por parte de ella.

—Eres un cursi.— Se quejó entre risas, empujándolo cuidadosamente para seguido cubrir su propio rostro por la vergüenza.

—Soy muy cursi porque tu eres la única que me vuelve así.— La sostuvo de la cintura y con la fuerza que poseía la elevó girando sobre su propio eje en una escena romántica si alguien llegara a verlos.

—Tienes suerte de que me gustes, cualquiera hubiera recibido una paliza si hiciera eso.—Habló luego de que la bajara, abrazó su cuello y besó su mejilla.

Pasaron lo que restaba del día en aquel prado, jugando y disfrutando del paisaje. Al atardecer, el joven príncipe tuvo una idea; tomó la daga que poseía en caso de emergencia y talló en el árbol un corazón, dentro de este había un "W+N" escrito.

—Puahg, eres muy meloso.—La princesa miró aquel detalle, estremeciéndose por la dulzura.—Pero muy lindo detalle, ahora todos sabrán que esta tierra es nuestra.— Le vio lo positivo a aquello, abrazando con un brazo a su prometido y sentarse junto al árbol a disfrutar de la puesta de los soles.

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Cuando el príncipe abrió sus ojos ya había anochecido, las dos lunas craneanas iluminaban el cielo; distinguió a su madre durmiendo a su lado, cubierta con una manta que de seguro dejó alguno de los sirvientes.
Deseaba tener aquella historia de amor que sus padres alguna vez tuvieron, sin embargo, ellos nunca le dijeron que su matrimonio había sido arreglado y el hecho de que ambos se hubieran enamorado fue pura suerte para ambos reinos...

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Denle amor a esta historia para que no se muera porfa <3

MarcTOONS.

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