El tiempo transcurrió como debía, pero la sequía no se había detenido como profesó la hechicera Gilliam.
Faltaban un par de días para la gala.
— ¡Cuidado príncipe!— Exclamó la doncella de cabellos dorados como el oro, viendo como la pequeña pelota golpeaba la cabeza del noble que estaba llegando al pequeño juego de tenis.
Bill dejó salir un quejido adolorido, frotó su cabeza con su propia mano. Luego tomó la pelota que lo golpeó y se acercó a la zona de juego.
— Madre, Reina Campbell, princesa...— Saludó, haciendo una pequeña reverencia.— Grom, esto duele demasiado...— Entregó la pelota a Heather, con una suave sonrisa por cordialidad.
— Me disculpo, espero no haberle causado algún daño.— Ella se acercó, queriendo revisar la cabeza de su prometido.
— ¿Y a que se debe el hecho que se encuentre aquí, príncipe?— Preguntó la reina Campbell, levantando una ceja.
— ¿Te gustaría unirte al juego, hijo?—
— Hah ¿Tu hijo juega tenis?— Dejó salir un gesto indignado, sin poder creer lo que acababa de oír.— Nathalie, un príncipe no puede dedicarse a un juego que sólo es para damas como nosotras, puede terminar como un afeminado ¿Qué hubiera pensado mi primo William si estuviera vivo ahora?— Sus palabras indignadas y su postura igual de amarga que su rostro, era cómica su actitud, pero lo que dijo había logrado herir en cierto grado a la reina Goodwin, especialmente al nombrar a su difunto esposo.
— B-Bueno... Mi hijo era la única compañía y familia que tenía desde que mi esposo fue arrastrado a una guerra que usted creó. Majestad.— No se quedó callada, no podía permitirse ser humillada en su propio reino por quien iba a ser su familia de ahora en adelante.
— ¿Viene usted con esa ofensa otra vez?—
— Creo debemos irnos...— Heather Susurró, tomando delicadamente la mano de Bill para llamar su atención, este giró a verla, ella se veía algo asustada por aquella discusión.
Tiró de su mano y lo llevó lejos del escándalo que se estaba armando.
— Mi madre...—
— Estas discusiones ya se dieron antes, vuestra madre es fuerte.— Rodeó el brazo del príncipe para así caminar juntos.
— En eso si puedo darte la razón...— Dejó salir un suspiro, mirando al frente al caminar.
Los tres soles ya estaban en su punto más alto, hacía demasiado calor.
— ¿Usted ya practicó sus votos?— Preguntó, tomando por sorpresa al contrario.
— Yo... Sí... Sí, claro que lo hice.— Mintió, ella dejó de caminar. Bill volteó a verla con confusión.
— Bien, espero oírlo.— Sonrió, tomando sus manos, esperando escuchar aquellas palabras que debían de dedicarse al casarse.
— Oh, sí... Claro, claro...— Él frunció la mirada, tratando de imaginar como serían los votos matrimoniales que estaban escritos en el pergamino que le entregó la hechicera hace un par de días.
Se hincó, soltando la mano izquierda de la doncella para tomar únicamente su mano derecha. Quería darle un aire romántico para que opacara el hecho que no sabía nada de aquellos votos.— Bien... Yo...— Ni comenzó su discurso, cuando notó a alguien más en aquel lugar, giró su visión.
El rey estaba ahí, viendo a los jóvenes supuestamente demostrando el cariño que se tenían mediante un juramento de amor eterno.
— Padre.— Ella se asustó, soltando el agarre que tenía con Bill debido a la vergüenza.
— Oh, no se preocupen. Con tu madre también hice un juramento de la misma manera que ustedes. Solo, joven príncipe, si me lo permite, debería de estar más erguido para mirar a los ojos de mi hija.— Indicó, luego de eso abandonó el lugar, al parecer se dirigía al campo de tenis.
—... Muy bien, mis disculpas, princesa Heather. Aún no... Practiqué los votos.— Confesó, luego de que el monarca se retirara.— Estoy nervioso. Y más por el baile que tendremos en la gala.—
— No se preocupe, yo también estoy ansiosa por ese día.— Ella con una mano tomó la mano del príncipe y con la otra acarició su mejilla en un gesto dulce.— ¿Sabe? Cuando estoy nerviosa, suelo beber un té de Belladona. Te relajan completamente.— Dijo.— Oh, acompáñeme, puedo prepararle una en este momento.— Sonrió.
Ambos fueron a la cocina real.
Si bien uno de los sirvientes podía preparar aquel té, Heather tenía esa costumbre de hacer las cosas por su cuenta, a escondidas de su madre, claro está, para evitar conflictos.
El té poseía un sabor especial, parecía mágico con solo olerlo al ser filtrado con el agua caliente directamente a la taza.
Un poco de limón del valle sangriento y azúcar de la más fina calidad craneana. Y listo.— Tenga cuidado, está caliente.— Indicó ella, entregándole la taza. Ella tomó otra y ambos bebieron casi al mismo instante. Pero olvidó darle una indicación más.
El té debía tomarse lento.
Aunque debió de esperar que por sentido común, y por el calor que había en ese momento, uno se tomaría su tiempo al tomar aquella bebida.
— Majestad... Ese té debía beberse despacio.— Se sorprendió, al ver como el príncipe dejaba la taza sobre la mesa con cierta fuerza.
— No sabe mal.— Dijo, antes de caer desmayado al suelo.
— ¡Oh, mi gran-!— Iba a gritar, pero cayó con el miedo de que la culparan de algún envenenamiento. Fijó a ver en todas las direcciones, preocupada de que alguien haya presenciado aquel hecho.
[...]
Como pudo lo llevó a su alcoba, ella no poseía la fuerza suficiente como para cargarlo, pero se las ingenió para llevarlo sin ser vista.
Ella no podía quedarse en los aposentos de su futuro esposo por simple etiqueta moral, pero eso no importaba en esos momentos si debía velar por la salud del príncipe.
El té de Belladona claro que no dañaba, ni que fuera un veneno de una planta mortal; sin embargo, se sentía culpable de que el noble se demayara.
Pasaba un paño frío por su frente, cuando lo escuchó balbucear, de seguro estaba soñando.
Ella sonrió con dulzura, pensando que cosas soñaba su futuro esposo.— Fangbone...—
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¿Saben que cosa es común en los reinos?
ASI ES, LOS MATRIMONIOS NORTEÑOS AAAAAAAAClaro, aquí no quise hacer la cosa tan intrincada como lo que hicieron los Hazburgos ☠️
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➳ Ƭωօ ƙíղɠɗօɱʂ ♡
Fantasy𝐹𝑎𝑛𝑔𝑏𝑜𝑛𝑒 𝑦 𝐵𝑖𝑙𝑙, 𝑐𝘩𝑖𝑐𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑟𝑒𝑖𝑛𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑙𝑒𝑡𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑑𝑖𝑓𝑒𝑟𝑒𝑛𝑡𝑒𝑠 𝑦 𝑎𝑙𝑔𝑜 𝑒𝑛𝑒𝑚𝑖𝑠𝑡𝑎𝑑𝑜𝑠, 𝑡𝑟𝑎𝑡𝑎𝑛 𝑑𝑒 𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎𝑟 𝑢𝑛𝑎 𝑎𝑙𝑖𝑎𝑛𝑧𝑎, 𝑙𝑢𝑒𝑔𝑜 𝑑𝑒 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑖𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑖 𝑢�...