Capitulo 30

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Estaba en la casa de Dylan junto con sus padres. Acepte la invitación de ir a comer con ellos

Estábamos en la mesa ya comiendo, sus padres hablaban sobre cuando Dylan era pequeño y las travesuras que el cometía junto a Roy

De lo que me contaron, Dylan y Roy se conocieron en el jardín de niños y crecieron juntos, así que son como hermanos

–Cuando Dylan tenía al rededor de cuatro años; lloró porque había aplastado una araña con su bicicleta —Dijo el papá de Dylan

–Lloro tanto porque pensó que la familia de la araña ya nunca lo volverían a ver, hasta le hizo un entierro, se vistió de negro, busco una caja pequeña para meter a la araña y la enterró en el jardín —termino de contar su mamá

–En mi defensa, yo era un niño, ni siquiera recuerdo eso —se defendió Dylan

–De pequeño eras tan tierno —Sonreí con un poquito de burla

–Cariño ¿Recuerdas el día que este niño lloro por una abeja? —Comento el señor Foster

–No, por favor ya no me humillen más —dijo Dylan

–Somos tus padres, ese es nuestro deber —Hablo la señora Foster— Y tú novia tiene derecho de saberlo

–Ella no quiere saber —Hablo Dylan rápidamente

–Si quiero saber —dije para molestarlo

Y la verdad si quiero saber, un Dylan chiquito llorando por una abeja, ¿Quien no quiere saber esa historia?

Dylan me volteó a ver y yo le regale una sonrisa. Regreso la mirada hacia su madre permitiéndole contar la historia

–Lo llevamos a un parque, era un día caluroso, así que decidimos comprar helados de vainilla —Contaba muy alegre la señora Foster— el vio que una abeja estaba volando cerca del helado que el tenía en sus manos, mi pequeño pensó que la abeja también quería un helado así que se acercó al señor que los estaba vendiendo y le pidió uno al tamaño para la abeja, el hombre le dijo que no podía hacer un helado de ese tamaño, y Dylan empezó a llorar porque se sentía mal de que la abeja no pudiera tener su propio helado

Empecé a reír por lo que había escuchado, me imaginaba a Dylan llendo con el señor de los helados a pedirle que hiciera uno para una abeja, y el rostro que debió haber puesto el señor, cuánto desearía haber estado en ese momento para poder verlo

–No te rías Rachelle —refunfuño Dylan

–Tu novia tiene todo el derecho de reír Wawita —hablo la mamá de Dylan

–¿Wawita? —pregunte con mucho interés

–Hay no —Dylan llevo sus manos hacia su rostro

Al ver esa expresión sabía que para el era vergonzoso y entonces a mí me daban más ganas de saber

–Es el apodo de Dylan, se lo pusimos cuando era pequeñito, siempre se la pasaba diciendo wawa, hasta cuándo ya sabía hablar no dejaba de decirlo así que ese fue su apodo desde pequeño —Comento el padre de Dylan

–Asi que wawita —dije mientras lo miraba

El trataba de ocultarse con sus manos

–No te burles, uno de estos días le pediré a tu mamá que me cuente una historia tuya —Dijo Dylan señalandome

–No tengo historias que me avergüencen —dije orgullosa

–Se que las hay y yo me encargaré de averiguar cuáles son

–Hay muchas historias así sobre Dylan —menciono su padre

–Pero ya se contaron muchas hoy —Hablo Dylan— lo importante ahora es que mi novia regresara al baile

En Diciembre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora