Prólogo

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Izuku Midoriya nació en el seno de una familia de clase media. Su padre era un modesto profesor de historia al que le apasionaba con fervor la historia del antiguo Egipto. Mientras que su madre era una intrepida arqueóloga a la que le fascinaban las pirámides.

Inko e Hisashi Midoriya se conocieron en un seminario sobre el Antiguo Egipto en Toronto, Canadá. Según le contó su madre, fue amor a primera vista, algo irracional que se movió dentro de ella y la impulsó a seguir a ese alfa tan mono con el que había tropezado al estar tan distraída. Llamadla acosadora, pero le fue imposible quitarle el ojo en todo el tiempo que duró aquella reunión de aprendizaje activo, y cuando acabó y lo vio levantarse de su butaca tomó la decisión.

—Ese alfa será mío—se dijo con total determinación. Vió  cómo el amor de su vida (según ella) se iba, así que sin pensarlo mucho caminó deprisa hasta quedar en frente del alfa parándole los pies.

Hisashi que hasta ese momento no había dejado de pensar en aquella omega tan despistada, se sorprendió al volver a verla justo delante suyo, con un rubor que le cubría hasta las orejas y con una sonrisa nerviosa, que le resultaba encantadora.

—¡Encantada de conocerte!, me llamo Inko y es un placer conocerte, ¿ya he dicho que me llamo Inko?— Y si, acababa de hacerse un lío ella sola. No la juzguéis, realmente no es así, ni ella misma logra explicar su peculiar comportamiento frente a aquel alfa. En ese momento tan bochornoso, solo fue capaz de aumentar la tonalidad de su rubor y empezar a temblar del nerviosismo.

Esperó unos segundos alguna respuesta del joven alfa, aunque fuera un adiós. En cambio recibió una cálida risilla que acabó en una carcajada. Quizás no fue de las mejores presentaciones del mundo, pero por lo menos consiguió dar el primer paso.

—Igualmente, encantado de conocerte Inko, me llamo Hisashi— Le brindó una sonrisa y una mano para estrechar, y ella no dudó en atraparla. Los dos se miraron e inexplicablemente, no pudieron parar de sonreír.

Cuatro meses después de hicieron novios oficiales, 3 años después se casaron, y 1 año más tarde nació Izuku Midoriya, un precioso omega que combinaba a la perfección los rasgos de sus padres.
Quizás se apresuraron un poco, pero ellos se amaban tanto que imaginar un futuro sin el otro les resultaba agonizante.

Izuku tuvo una infancia amena, cálida y llena de amor familiar, en sus recuerdos todavía ve a su padre y a su madre sonreír cada vez que se miraban, porque se miraban con tanto amor...

Pero incluso el amor se queda corto frente a la muerte, y cuando Izuku cumplió 5 años su padre sufrió un accidente aéreo de vuelta a casa, y lamentablemente falleció.  Inko se quedó destrozada, pero no se rindió porque tenía a su pequeño solecito.

Años más tarde Inko se volvió a casar con un gran empresario llamado Toshinori Yagi y se mudaron a Tokio. El hombre en cuestión jamás despreció a Izuku, al contrario, lo quiso y lo quiere como si fuera su verdadero hijo e Izuku lo adora como si fuera su propio padre (aunque siempre llevará a Hisashi en su corazón).

Izuku acabó creciendo en un barrio residencial de la alta sociedad, y fue en ese barrio donde lo conoció a los 11 años.

Shoto Todoroki era su vecino de enfrente, fueron a la misma escuela y secundaria, así que fue cuestión de tiempo que los jóvenes se hicieran amigos inseparables. Lo hacían todo juntos, se querían como si fueran hermanos.

Para los 15 años esos sentimientos evolucionaron y fue Todoroki quien dio el primer paso y quien se confesó y pidió al otro ser su novio. Izuku no vaciló en aceptar, después de todo llevaba mucho tiempo queriendo llegar a ello sin saber cómo empezar la conversación.

Esta mierda me superaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora