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El sonido de "pff" que género al dejar su cuerpo caer sobre su cama fue el único que dominó en la habitación, miró fijamente el techo blanco que poseía y sin mirar a su alrededor tomó una de sus esponjosas almohadas, la colocó sobre su rostro y soltó un grito frustrado. Dos suaves golpes en su puerta hicieron que detuviera su acto, aún boca arriba observó la puerta, su padre le miraba con una pequeña sonrisa.

— Mamá dijo que no tuviste un buen día.

— Mamá sabe cosas. — El hombre río ante eso.

— Mamá dice que bajes, tu abuela está abajo. — El gemidito lastimero que salió de la boca de su hijo logró hacerlo reír.

— Papi. — Gimió, no quería ver a su abuela.

— Hijo. — El omega estiró su mano, una invitación silenciosa para el pequeño alfa. El ojiazul suspiro y se levantó lentamente de la cama, tomó su celular y sus audífonos, sin muchos ánimos acompañó a su padre a la primera planta dónde el olor dulzón de su abuela inundó sus fosas nasales, no pudo evitar formar una mueca de asco. — Ya bajo. — Anunció su padre y rápidamente las miradas de su madre y su abuela se posaron en él.

— Aquí está el orgullo de tus antepasados. — Festejó la castaña mientras el pelinegro menor tomaba asiento a lado de ella.

— Hola abuela. — Saludo con una sonrisa floja, preparado mentalmente para el ataque a sus mejillas y sentir a su abuela restregar sus mejillas en su cabello, impregnándolo con sus feromonas, feromonas que lo aturdían. — Abuela, basta, tus feromonas. — Suplico, tratando de tomar distancia de la mujer mientras cubría su nariz.

— Oh, ¿Aún no puedes acostumbrarte a las feromonas? — Takemichi negó lentamente mientras su abuela dejaba tranquilas sus mejillas y miraba preocupada a su madre. — Dijiste que ya estaba en tratamiento.

— Lo está, sigue al pie de la letra las indicaciones de los doctores, pero es un proceso que puede tardar años, los médicos no aseguran nada. — Explico su padre, Takemichi veía incómodo la interacción, sabía que su abuela estaba ignorando a su padre omega.

— Estoy esperando una respuesta. — La pelinegra mayor suspiro.

— Te lo acaba de explicar mi marido, ¿Acaso necesitó llevarte con un doctor para que revisé tu audición, madre?

— El milagro que tanto esperamos los Hanagaki, nuestro pequeño alfa, el deseó de nuestros antepasados. — Empezó y el gemido agónico que soltó su mamá fue entendible para los varones. — Mi amor, tu qué fuiste tan deseado por todos y debes sufrir tanto por tener un padre omega. — Takemichi frunció el entrecejo por esos comentarios, su padre solamente se resignó a suspirar, acostumbrado a esas situaciones, su madre trataba de recuperar la compostura para tomar la palabra.

— Mamá, basta, si solamente vas a criticarnos deberías reducir tus visitas, incomodas a mi hijo. — La abuela de Takemichi suspiró.

— Si al menos tu difunto padre no hubiera sido tan permisivo contigo, serías una buena omega y mi nieto no pasaría por esto.

— Si mi amada esposa no se hubiera casado conmigo. — Empezó su padre. — Takemichi no estaría aquí. ¿Acaso no recuerda cómo se hacen los niños? — Su abuela dirigió sus azules ojos a su padre, le miraba con fastidió, pero él solamente le sonreía con amabilidad. — Que tenga un buen viaje de regreso, querida madre. — Takemichi suspiro y dejó caer su cara contra la sábana de su cama, ahora que su abuela se había ido tenía la oportunidad de volver a su habitación y "jugar con sus pulgares" como decía su madre. Mientras estaba boca abajo, admirando el piso no evitó sentirse mal, las visitas de su abuela y la mención de sus antepasados no eran agradables para él.

Omega y alfa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora