Cercano a la verdad

137 20 17
                                    

«Pensé que había hecho un buen trabajo. Pero no lo hice. Lo que hice fue desarrollar un mecanismo de afrontamiento. Y eso era culparte. Creo que solo quería que todos los demás estuvieran tan vacíos y destrozados por dentro como yo».

Casey Affleck - Philip

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Castillo Mutsu

«Esto tiene que ser una estúpida broma», pensó la Capitán Higurashi.

Su paciencia comenzaba a perder el rumbo de la serenidad y el fugaz momento en que ella contempló con atención y detalle esos atractivos rasgos masculinos que él poseía; se estaban yendo al canasto de la basura.

—¿Cuánto más tendré que esperar a que avances? —Le cuestionó el joven terrateniente a su soldado.

Kagome lo ignoró y continuó con sus esfuerzos que parecían banales, pues por más que intentaba hacer caminar al caballo sobre el cual estaba montada, este seguía relajado alimentándose de la hierba sin siquiera darse por enterado de que había alguien sobre su lomo.

Bankotsu mantenía su semblante serio y espetó:

—Eres capaz de derrotar a un montón de soldados, pero no de hacer que un caballo te obedezca.

—¡Eso es porque este caballo no está entrenado! —respondió molesta intentando hacer movimientos con sus piernas, balanceándose sobre el lomo del animal o tironeándolo con las riendas para que este se dignara a avanzar. Sin obtener resultados, miró a Bankotsu y observó que este acababa de disimular una risa.

«¿Se está burlando de mí?», pensó incrédula y enfadada.

—¿Cómo estás tan segura de que no está entrenado? Tal vez, simplemente no le agradas. Yo no lo culparía.

¡Dios! Lo que le faltaba, ¿podía ser el daimyō del norte tan infantil o simplemente disfrutaba de fastidiarla?

Con su rostro rojo por sentirse ridiculizada, respondió:

—Con solo observar la poca musculatura que tiene, el pelaje sin marcas de riendas o armadura, y la reacción perezosa del animal, es obvio que no ha recibido entrenamiento. ¡No me tome por ingenua! —espetó arrugando el entrecejo, mientras que el joven daimyō parecía disfrutar de la escena. Él sabía que ella era astuta y no se sorprendía de que se diera cuenta por sí sola de ese detalle; no era una coincidencia que justamente ese caballo que él le llevó, no estuviera entrenado. Intentó hablar con seriedad:

—Justamente, porque no te tomo por ingenua es que estoy seguro de que podrás entrenarlo tú misma. Luego desvió la mirada y con engreído gesto, agregó—: Pero, si es tan difícil para ti; puedo llevarte, Yoru estaría muy complacido —expresó nombrando a su caballo, mientras con complicidad le palmoteaba al mencionado su fibroso cuello.

—No será necesario, estaré bien. Solo... —Kagome hizo otro esfuerzo para que el animal se moviese.

—No te puedo esperar todo el día, ¿vienes conmigo o te quedas ahí? —La presionó.

«¡Agh! ¡Por favor, muévete!», suplicó ella internamente y como si el animal hubiese oído su súplica; avanzó.

Bankotsu volvió a reír intentando disimular que la pequeña rabieta que le hizo pasar a su soldado fue para él un dulce al paladar.

Mientras cabalgaban, Kagome pensó en un modo de investigar acerca de Kohaku. ¿Cómo le preguntaría a Bankotsu sin que este sospechara algo? Tenía que ser cuidadosa en sus palabras; no sonar muy interesada, ni muy indiferente. Pero antes de que pudiese formular una palabra al respecto, la pregunta de Bankotsu salió tan disparada como una flecha.

Entre tu orgullo y el míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora