Aquel caballo blanco

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«El Samurái valiente no piensa en términos de victoria o derrota; combate fanáticamente hasta la muerte. Sólo de este modo realiza su destino».

Yamamoto Tsunetomo

Yamamoto Tsunetomo

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Castillo Mutsu. Residencia del daimyō.

Ime le ofreció sake a su señor, pero Bankotsu le dijo que solo lo dejara ahí porque no quería beber por el momento. La muchacha rubia asintió algo desconcertada, dejó la botella y el vaso sobre una pequeña mesa y enseguida preguntó:

—¿Necesita algo más de mí, señor?

Bankotsu respondió:

—No. Ya puedes retirarte.

Ime hizo una reverencia y se marchó. Bankotsu se apuró en ponerse nuevamente el haori blanco; se sentía muy ansioso; no quería que Kagome esperara más por él en el Hall. Debido a esta ansiedad, cuando el soldado Kenchin se anunció en la entrada de su habitación, Bankotsu lo dejó entrar de inmediato, el joven samurái hizo una reverencia respetuosa, iba a decir algo, pero su señor no le dio la oportunidad de iniciar con la primera palabra.

—Ryūzaki —habló Bankotsu con un grado de entusiasmo fuera de lo habitual—. Dirígete al Hall Central de la residencia, y escolta a la soldado de Ezochi hasta mi despacho privado —ordenó, mientras se ponía su armadura de siempre—. Yo iré en seguida —añadió.

El joven soldado respondió:

—Oh, ella no está, mi señor.

La respuesta del soldado fue muy natural, sin embargo, para Bankotsu fue como una bofetada impredecible. El joven terrateniente estaba por anudar su obi de color carmesí alrededor de su cintura, pero al oír aquello detuvo esta acción.

¡¿No estaba?! ¿Cómo que no estaba? ¡¿A qué se debía esta falta de respeto?!

Por un momento, Bankotsu pensó en los pasillos engorrosos que su padre diseñó para mantenerse protegido de sus enemigos y que parecían un maldito laberinto. Esta posibilidad lo calmó.

—Entonces búscala. —Retomó su acción con el nudo del obi rojo y despreocupado añadió—: Debe estar entre los pasillos de la residencia.

—Disculpe, mi señor, creo que anteriormente, no fui claro en mis palabras —Bankotsu lo miró confundido alzando una ceja. El joven continuó—: Lo que quise decir es que, la señorita de Ezochi no está en esta residencia, y tampoco está en el castillo. —Luego, Kenchin sacó de entre sus ropas un pergamino—. La señorita de Ezochi me pidió que le entregara a usted este documento.

El semblante de Bankotsu se volcó en una drástica expresión que puso nervioso a Ryūzaki.

—¿Cómo que Kagome no está en el castillo? —cuestionó arrebatándole el documento de las manos al soldado e inmediatamente lo abrió. Solo leyó las dos primeras líneas y comprendió que se trataba del expediente personal de Kagome.

Entre tu orgullo y el míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora