Los cuestionamientos de una soldado y un daimyō: Parte 1

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«Cuando se ha oído hablar de las hazañas de un Maestro, pensar que cualquier cosa que uno haga no podrá jamás igualarlo, es señal de un alma mezquina. Se debe pensar, al contrario, que "Si el maestro es un hombre como yo, ¿por qué yo he de ser inferior?"».

Tsunemoto Yamamoto.

Del libro: El Hagakure.

Castillo Mutsu, Torre del Homenaje

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Castillo Mutsu, Torre del Homenaje

Las noticias acerca de la victoria del clan Takeda en la batalla de Okehazama, avanzaron como el fluir de un río entre todas las regiones, e hicieron que de la noche a la mañana los ojos de todo Japón se fijaran en Bankotsu Takeda. La gran hazaña del joven daimyō, le concedió fama, admiración y el respeto de muchos hombres que decidieron seguirlo. Así fue que, a la segunda mañana siguiente, un gran número de hombres se reunió a las afueras del castillo Mutsu pidiendo unirse con ansias al clan Takeda y entregar sus servicios al terrateniente a cambio de tierras, seguridad y estabilidad.

Jakotsu advirtió a su hermano que, dichos hombres no eran más que simples ashigarus y que el resto eran aficionados; campesinos sin experiencia que solo habían cumplido funciones de Wakatos en otras guerras.

—Insisto en que nos quedemos con los ashigarus, el resto es basura —comentó despectivo el Comandante dándose un aire de inteligencia desbordante.

Pero Bankotsu, quien se hallaba sentado frente a él, en una relajada posición de loto, analizando las cosas con detenimiento, respondió:

—Eso no importa. Recluta a todos. —Su seguridad era indudable y sus palabras firmes—. Los formaremos como soldados.

Jakotsu no estaba convencido. No es que no fuera a acatar las órdenes de su hermano, pero al menos, quería tener una buena razón para soportar el hecho de perder su valioso tiempo con esos campesinos inútiles que apenas manejaban un palo en sus manos.

—¿Al menos puedes explicarme el beneficio de esto?

—Simple... —respondió Bankotsu—. Ningún daimyō ha visto el potencial que tienen estos hombres. Usa tu cerebro, Jakotsu.

—Es muy temprano, ¡no exijas! —Estiró una mano hacia un plato de uvas que había en el centro de la mesa, cogió una y la comió refunfuñando.

Bankotsu ignoró el lapsus de estupidez de su hermano y explicó su punto:

—Esos campesinos, vienen de generaciones y generaciones de hombres que por cuatrocientos años han trabajado bajo el yugo de los samuráis recibiendo malos tratos y siendo despreciados. —Jakotsu comía uva tras uva mientras ponía toda su atención—. ¿Qué crees tú que pasaría con sus corajes y voluntades, si yo les concedo la oportunidad de ser alguien más que solo el campesino que maneja una lanza, o que hace la comida para los soldados y limpia la mierda después de la batalla?

Entre tu orgullo y el míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora